miércoles, 4 de marzo de 2009

SLOTERDIJK Y HEIDEGGER; EN EL MISMO BARCO, ENSAYO SOBRE HIPERPOLÍTICA Y CRÍTICA DEL IMAGINARIO FILOAGRARIO Por Adolfo Vásquez Rocca

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Libro sobre Peter Sloterdijk :
http://www.biogridnet.es/logos/logo_ucm.bmp







Dr. Adolfo Vásquez Rocca[2]
Universidad Andrés Bello – Universidad Complutense de Madrid










Peter Sloterdijk en su obra En el mismo barco; ensayo sobre la hiperpolítica presenta una teoría de lo que él llama los tres estadios históricos del género humano: paleopolítica, política clásica e hiperpolítica son presentados en un fresco histórico universal de formatos hegelianos, vale decir, como un gran relato que intenta dar cuenta de la unidad del devenir nato-cultural de la especie humana. Sloterdijk muestra grandes períodos de tiempo en narraciones sintéticas para plantear de un modo meridianamente claro el acontecimiento antropológico fundamental, a saber, el de la antropogénesis, que no es otro que el milagro de la creación del hombre por el hombre.

Es esencial para la comprensión de este ensayo que se siga la línea narrativa propuesta por Sloterdijk, que consiste, en principio, en no comenzar el relato histórico presuponiendo al hombre, sino aguardando el momento histórico de su nacimiento en el seno de las primitivas hordas El hombre, tal y como se conoce hoy, es un ser tardío surgido en el estadio histórico de la política clásica en la era de los grandes imperios; por ello: “resulta esencial a la paleopolítica que no presuponga al hombre, sino que lo genere”[3]. Pues el propósito de Sloterdijk es poner de manifiesto ante la conciencia contemporánea la cadena de innumerables generaciones que han elaborado el “potencial” genético y cultural de aquello que actualmente se denomina hombre[4].

La filosofía de Sloterdijk –una mixtura entre antropología, ontología, estética y politología– intenta dar cuenta del hombre como fracaso biológico a través del relato evolutivo del hombre como deriva biotécnica y biotecnológica. A partir de este gran relato –las tres figuras del animal político– se puede extraer, a grandes rasgos, el devenir histórico de las organizaciones políticas y sus particulares productos humanos. El planteamiento de Sloterdijk presenta la historia natural de la especie y la historia social de la domesticación humana, alineadas en un mismo relato coherente. Esto hace pensar que, para Sloterdijk, el último de los dualismos, la distinción entre naturaleza y cultura ha de ser eliminado. El hombre como animalitas fracasada es, fundamentalmente, lo indeterminado que transforma el medio en su mundo, y desde el cual adquiere una determinación relativa. En este sentido, lo que hay de natural en el hombre no pasa de ser una inadaptación y una vulnerabilidad, pero que paradojalmente si se quiere, le proporciona un momento de primigenia apertura por la que se desencadena la revolución antropogénica, esto es, su devenir un producto técnico, una unidad de naturaleza y cultura indistinta; unidad en la que se hace patente el predominio del factor histórico-cultural. El individuo –ilusión del occidente contractual burgués– lleva en sí las marcas del trato con lo humano, de la genialidad y creatividad de lo humano, también del fuego, dolor y desesperanza de lo humano. Es él, en todo punto, una borrosidad incapaz de autoconocimiento si no se miente a sí mismo, si no aplica sobre sí toda la fuerza coactiva de una mirada reduccionista. Según Sloterdijk ya en la remota vida de las hordas comienza para los hombres “una historia natural de lo que no es natural”[5]. La horda puede ser entendida como “la revolucionaria incubación de la antinaturalidad dentro de la propia naturaleza”. Según esto, la política de las primitivas hordas consiste en constituirse en “incubadoras de cría donde se prueba suerte con los más sorprendentes experimentos biológicos sobre la forma humana”.[6]

Las hordas proporcionaron, a partir de una relación ritual de cuerpos en movimiento, un lugar no sólo al hombre de la cultura superior en la era de los imperios de mirada panóptica, de dominio ocular –que hoy, al parecer, toca a su fin–, sino también un lugar prospectivo a aquella criatura reciente de la era industrial-burguesa llamada individuo. Sloterdijk concibe a las hordas como una suerte de islas flotantes o esferas animadas rodeadas por un invisible cerco de distanciamiento, que mantiene alejada de los cuerpos humanos la opresión de la vieja naturaleza. Con la protección de la horda, el homo sapiens puede convertirse en un ser que, de cara al exterior, evita el conflicto y, hacia el interior, alcanza el lujo.[7] Para Sloterdijk “las hordas están sujetas desde el interior por un efecto invernadero emocional, que amalgama a los miembros de la horda, a través del ritmo, la música, los rituales, el espíritu de rivalidad, los beneficios de la vigilancia y el lenguaje, en una especie de institución psicosocial total. En razón de todo esto, se puede concebir a la horda como la “incubadora de cría de la que ha surgido el homo sapiens[8], vale decir, como una primera empresa antropogénica o, dicho de otra manera, como una primitiva burbuja zoológica, previa al imperio, la polis, la civitas, el campo y el feudo, todas éstas, figuras tardías de la era de los grandes imperios y los campos labrados.

Para Sloterdijk en las hordas, y sólo en las hordas, pudo el homo sapiens convertirse en el marginado biológico que –hoy más que nunca– parece que es.[9] En ellas adviene el fenómeno del espacio interior de la comunidad como un primigenio “estar atento a sí mismo” de la horda como totalidad en contraposición a la naturaleza hostil. En este sentido, el proyecto de la paleopolítica viene a ser la obra de una comunidad humana de repetirse en las siguientes generaciones, tan sólo “por el amor a la vida animada”.[10]

Siguiendo el espíritu que anima el pensamiento político de Sloterdijk, el dictum quínico de Dieter Claessens: cultura non fecit saltus, (la cultura no hizo saltos), a mi juicio, divisa irónica del llamado “cinismo del saber”[11] de cuño contemporáneo, demasiado contemporáneo; permite articular, naturalmente, paleopolítica y política clásica.
El instrumento más poderoso en la era de los grandes imperios, en cuanto a la producción del hombre por el hombre, es la grafía en sus distintas expresiones. Ortografía, caligrafía, cartografía e iconografía entre otras, constituyen los elementos primordiales para la transformación a gran escala de grupos humanos relativamente dispersos, bandas nómades de cazadores-recolectores, en sistemas comunitarios de sedentarios animales políticos. Según esto, la política clásica tiene originalmente el mismo propósito que la paleopolítica, a saber, el de repetir el arte de la producción y preservación de hombres, pero en proporciones mayores. Su objetivo es formar un conjunto a gran escala de hombres cohesionados en torno a una esfera de cosas comunes.[12]

En este ámbito, Platón expresa del modo más certero en su obra Político (Politikón), el secreto empeño de las culturas superiores, esto es: la cuestión de cómo se podría educar al homo sapiens, un animal familiar y de horda, para que sea zoon politikón. Esta es la cuestión que se plantean los poseedores de las técnicas gráficas de todo orden, los disputadores de la Academia y del Liceo, los sabios de las cortes imperiales, los atletas de Estado entrenados en el arte del dominio. Para ellos grafein representa un instrumento civilizador de un potencial inimaginable. Esta tuvo que haber sido la íntima motivación que impulsó a Aristóteles a investigar acerca de las constituciones helenas. La constitución de Atenas es un trabajo de orientación histórica, práctica y positiva que debía servir a los miembros del Liceo como documento sistemático de las constituciones de hecho para, sobre esta base, hacer teoría política y elaborar leyes. El propósito es el de hacer del hombre un polites a partir de la politeia. En este sentido, para Sloterdijk, “el inolvidable axioma de la zoología platónico-aristotélica está encaminado a hacer surgir por principio al ser humano –que vive en pequeñas hordas– a partir del Estado, como si los seres humanos fueran poco más o menos que engendros de un único seno político, que produce reyes y artesanos en la misma camada”.[13] En este sentido, para Platón la política comienza con el traslado de la madre biológica a una madre metafórica, que reúne a los ciudadanos bajo el vínculo social del seno imaginario de la comunidad. El propio Estado es, por decirlo así, el seno más grande, él teje la imaginaria y psicoacústica envoltura que se extiende sobre toda la polis, como el espíritu común de la ciudad. La bola mágica y psicoacústica de la vieja y pequeña horda tiene que ser reproducida ahora en forma de esfera terrenal, de cosmos.[14]





Para Sloterdijk la verdad acerca de la forma del mundo a la que pusieron techo Platón y Aristóteles es, ni más ni menos, que también la ciudad y el imperio son figuras de la era agraria.[15] Platón definió la tarea del político como el arte del pastoreo de gregarios bípedos implumes sin cuernos (…y con uñas planas), en un impulso que llegó hasta el imaginario filosófico de Heidegger. Los motivos agrario-ontológicos se encuentran presentes en la definición fundamental de la esencia del poder en la era de la política clásica.[16] Quien domina a voluntad las imágenes agrarias, y elabora alegorías con ellas, domina la política clásica en los tiempos en que la agricultura, junto con la guerra, era el principal sustento y actividad de los asentamientos humanos en pueblos, ciudades e imperios.

Platón y Heidegger pueden ser considerados como el alfa y la omega del imaginario político de occidente, y su particular perspectiva antropogénica. Esta cuestión reclama ser entendida desde la contemporaneidad, para, en una mirada retrospectiva, lograr captar la medida temporal de milenios en la que ha tenido lugar ese ruido de sentido difuso llamado “hombre”. Para ello será fundamental una meditación de la tecnología que se resuma en la pregunta: ¿qué puede hacer del hombre la ciencia y la tecnología actual? Dado esto, se posiciona en el centro de la cuestión el debate teórico en torno a la eugenesia y la toma de conciencia sobre la posibilidad de la aplicación de toda ciencia al perfeccionamiento de la especie humana[17]. Para ello se esbozarán algunas ideas en torno al pensamiento filoagrario de Heidegger –entendiendo que el último de los filoagrarios es el último de los metafísicos–, como punto de dilación/inflexión entre política clásica e hiperpolítica, con el fin de dar cuenta sucintamente del camino que va desde las hordas paleopolíticas cerradas y compactas a las hordas hiperpolíticas abiertas y disgregadas, aquello que en la trilogía de las Esferas, con recurso a una bella metafórica, es el tránsito de burbujas, globos y espumas.


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2. El pensamiento filoagrario de Heidegger.

La afirmación de Sloterdijk según la cual Heidegger es el último cerebro de la era agraria sienta la tesis directriz del presente artículo. Para Sloterdijk, Heidegger es el último metafísico de la vieja Europa, porque su pensamiento permanece totalmente vinculado al paradigma de un mundo en crecimiento tal y como es experimentado por un campesino. La concepción de un mundo en crecimiento comporta las ideas de productividad y progreso. Pero, ¿de qué producto y progreso se trata? El producto en cuestión es aquí, ante todo, el hombre mismo, y el progreso, su cometido de guardar el Ser y corresponderle como su pastor. Lo que hay en juego en todo esto es la expresión de un problema antiquísimo, a saber, el de la cría y domesticación del hombre por el hombre; un problema en el que han estado involucrados, por referirse sólo al gremio, todos los filósofos, y que podría denominarse como la disputa por la antropogénesis, esto es, la lucha encarnizada por obtener un derecho procreador y tutorial sobre el hombre, una gigantomakhia peri tou ántropou[18]. Es en razón del intento heideggereano de dilatar el imaginario de la era agraria del mundo que se puede barruntar el porqué de la aversión de Heidegger hacia la democracia, el capitalismo, el socialismo, el humanismo, la técnica y el industrialismo de la era hoy en curso, era que al fin se ha hecho cuestión de la crisis de la paternidad y del principio genealógico de la especie o de la criatura hombre.

Heidegger, haciendo gala de la aguda perspicacia del reaccionario, advierte la sociedad de la democracia liberal y capitalista como el fin definitivo de la comunidad en torno a la tierra. En este sentido la afirmación de Sloterdijk según la cual “Heidegger es el último cerebro de la era agraria”, trae consigo la concepción de la política clásica según la cual los hombres eran obras de hombres gestados en el seno de la comunidad, a la vez que unidos a la tierra por un cordón umbilical llamado tradición. En este proceso histórico de conservación del hombre por el hombre, la metafórica agraria concebía a cada nueva generación de hombres como el producto del orden y rotación inmemorial de siembras y cosechas.
En Heidegger no parecen haber motivos (o inspiraciones) extraagrarios. El hombre como pastor del ser impone todo un imaginario de resonancias bucólicas que actualmente es inviable. Hoy ya no hay escenarios para el pastoreo. El hombre del individualismo occidental contemporáneo ya no comulga con concepciones gregarias, es siempre antes que un pastor de lo que sea, el programador de su propia existencia. Tiende con constancia a constituirse invariablemente en un ser nuevo y último, vale decir, en un ejemplar único en su especie o en una criatura autopoiética; siempre y cuando no pertenezca a las multitudinarias masas desafiliadas y despreciadas por el tercio más rico del planeta.

A partir de este fenómeno contemporáneo, se hace imposible toda tradición que no sea la del legado de la técnica, por lo cual las vías de heredación se tornan unilaterales. Mediante la técnica las generaciones en proceso de gestación tienden a elevar sus niveles de lujo y confort. La técnica sería el único elemento de traspaso que ha perdurado con una continuidad ascendente desde el surgimiento de las culturas superiores, hace cuatro o cinco mil años, hasta hoy. Sin embargo, en opinión de Sloterdijk, la labor humana de mayor relevancia, y no sólo por su factura técnica, se forjó en el período más antiguo y nebuloso de la especie, específicamente, en la milenaria vida de las hordas, momento en el que se hace posible por primera vez la generación de hombres por parte de hombres, a saber, la antropogénesis. A este gesto grupal y psicosocial de la horda, Sloterdijk lo califica como paleopolítica, esto es, “el milagro de la repetición del hombre por el hombre”.[19] La antropogénesis sería, entonces, el legado más antiguo de toda tradición humana, y quizás también la función primordial a la que estuvo, alguna vez, ordenado el legado completo de la técnica.

Desde esta perspectiva, la gestación del hombre en sentido heideggereano se realizaría en óptimas condiciones cuando éste es un fruto del campo de labranza de la comunidad. El producto de la comunidad es comunidad misma, su propia supervivencia, no el individuo. El uso y conocimiento de los ciclos agrarios, de la tierra y el cielo por parte de un campesino, comunican la figura de la comunidad agraria como especie de esfera que tiende, según sus deseos de prosperidad, a aumentar su diámetro, vale decir, a expresar mayores niveles de cohesión social. Según esto, la rotatividad de la supervivencia campesina expresada en los ciclos agrarios, ya desde los primeros asentamientos de ex tribus nómades, proporciona la imaginaria fuerza física (generadora y motriz a la vez) para vincular cohesionadamente grandes grupos de un modo progresivo hasta formar un conjunto a gran escala llamado pueblo, nación, Estado, sociedad, comunidad. Claramente en esto se muestra la supervivencia de ciertos elementos del espíritu de las primitivas hordas, sobretodo en su carácter de esfera móvil vinculante en función de determinada cosa-pública, cuestión que, dicho sea de paso, expresa una suerte de consenso primigenio, un primer sentido común que consistiría en incubar seres humanos o “aquello próximo vulnerable que requiere ser integrado a la orgánica de la incubadora”.

Así, pues, desde la perspectiva de la domesticación humana, el peligroso “estado fuera” de la horda, la naturaleza cruel y salvaje ante la cual la horda actuaba como esfera morfo-inmunológica en la generación de un espacio intimo comunitario con recurso a música y lenguaje ritual, se convierte paulatinamente en un “dentro” desde la era agraria, pero un “dentro” mediatizado, esto es, hominizado por un dominio calculado, a través de la construcción –primero espontánea, pero después planificad– de habitáculos para el asentamiento definitivo y la expansión a partir de un centro geográficamente imaginario. Por contraste a esta concepción de la cría de hombres agraria, Heidegger vería la zona de gestación contemporánea de hombres por parte de hombres más como un invernadero que como un campo, un huerto o un jardín.
En un invernadero aumenta por fuerza la manipulación y la artificialidad, ya no hay los ciclos de la naturaleza a los que se ajusta el campesino. En cambio, se generan artificialmente condiciones de producción de hombres. El hombre ya no es un fruto de la condición natural, dada, de la tierra. La gestación de hombres ya no es un trabajo de consuno entre la comunidad y la naturaleza, por el cual el hombre era un derivado de ambas. En este mismo sentido, en el comienzo de las culturas superiores, el hombre se separa de la vieja naturaleza gestora de las primitivas hordas para introducir un segundo elemento gestor propio de la era agraria: el hombre mismo, que idealmente se complementa al trabajo de la naturaleza, pero que comienza a ganar dominio en los centros urbanos de los imperios antiguos, donde se forma a una minoría selecta en el arte del saber mandar, y que culmina en una secesión respecto de la vieja naturaleza, que da lugar a la actual secesión de los hombres respecto de los hombres, por lo cual la condición actual del hombre deviene en la del exilio de la tierra y la de la extrañeza de sus semejantes: hoy el hombre se ha retirado de sus tradicionales sistemas productores.
Una mentalidad agraria está asentada en el paradigma según el cual el mundo está en crecimiento tal y como lo experimenta un campesino.[20] La hermenéutica misma es una ciencia de la gestación. El célebre círculo hermenéutico puede ser la expresión ontológica de los ciclos agrarios conocidos por el campesino. Una ejemplificación simple de los ciclos de cultivo de la tierra puede ser la siguiente: se comienza por un período de siembra, después se aguarda la lluvia temprana y la tardía, a esto le sigue la espera del producto de la tierra, si la tierra de suyo lleva fruto, se termina en el tiempo de la siega y el acopio de recursos para los días duros de la próxima siembra, a la vez que como resguardo ante una posible esterilidad de la tierra, todo en la inminencia de iniciar un próximo ciclo. Hay en todo esto la expresión de una suerte de inmanencia de la naturaleza.
El ciclo agrario, recién expuesto, se relaciona con sus mismos productos de un modo sistémico. La hermenéutica es un valorar a las cosas a partir de los valores que ellas mismas destilan, esto es a lo que comúnmente se llama círculo hermenéutico, pero que un campesino podría llamar, sin forzar el concepto, ciclo agrario. Parece haber un paralelo entre el contexto incubador, y cíclico de la tierra, con el contexto cultural, y circular, de, por ejemplo, una obra de arte. En este sentido, la hermenéutica no hace más que adherirse al contexto cultural inmanente que los mismos objetos de interpretación constituyen. De este modo, lugares naturales y lugares culturales hallan su cohesión, supervivencia biológica y supervivencia espiritual tienen un método propio que asegura a los hombres un refugio ante el nihilismo de la modernidad. Por ello, en base a lo anterior, me atrevo a afirmar que toda la hermenéutica heideggeriana descansa en su mentalidad agraria; lo cual, por otra parte, está en íntima relación con su circunstancial adherencia al nazismo, cuyo ideal ideológico de pueblo endogámico no escapó a las figuras circulares en el escenario de la tierra.
Con ocasión de este último comentario me permito hacer un breve excurso acerca de los totalitarismos políticos que sirve para ejemplificar algunas cosas de lo hasta aquí dicho. Para Sloterdijk, entre el mundo de la época agraria y el mundo de la era industrial –y esto es típico de las pausas entre épocas– los psicópatas, haciendo el papel de impulsores del Estado, tienen la oportunidad de organizar confusiones colectivas.[21] El nacionalsocialismo alemán[22] y el socialismo soviético, así como sus derivados a lo ancho del planeta, son claramente compulsiones megalomaníacas individuales que derivan en una psicopatología colectiva, que a su vez conduce a la instauración de un sistema de locura. Según Sloterdijk ambos movimientos son errores de formato, grandes experimentos fallidos, falsas proyecciones de lo pequeño en lo grande, en los que se dilatan largamente muchas de las categorías de la era agraria del mundo, que ya no tienen asidero en la realidad actual. Específicamente, usando la terminología de Sloterdijk en Esferas, se dilatan nociones globales y no espumeantes del mundo, esto es, imágenes céntricas y no policéntricas del poder. Según mi parecer el error de formato de los totalitarismos políticos podría ser caracterizado también como una dinámica global concéntrica del poder que responde a una vigilancia de tipo panóptico que hoy se torna ineficiente en la era del terrorismo y el capitalismo espumeante. La bendición imperial papal urbi et orbe se hizo definitivamente inocua desde el fracaso de los modelos de planificación central nazi y soviético. Una reflexión más detenida sobre modelos céntricos y circulares del poder clásico en política y religión podrá aportar luces acerca de las dinámicas contemporáneas del poder político: una era en la que, por ejemplo, el centro ocular de vigilancia está en órbita en puntos estratégicos del hiperespacio.

Sin embargo, la circularidad de la hermenéutica heideggereana no es una al modo de las metafísicas clásicas que tenían el círculo por la figura del viaje del alma, un alma en posesión del boleto de ida y vuelta de la causa final. El dinamismo circular de la salvación ontoteológica tradicional es una muestra de negación del mundo tal y como lo conocemos para obtener de este modo una nueva y perpetua morada sobrenatural. Heidegger más bien nos invita a ver y, principalmente, a oír circunspectivamente el mundo en tanto seres arrojados entre las cosas, a atender a nuestro trato cotidiano con los entes, en un sentido eminentemente existencial. Para Sloterdijk, Heidegger nos llama a tener en cuenta lo más inmediato, pues proyecta el arte de la banalidad hasta las alturas del concepto explícito. En mi opinión, el alegato de la introducción de Ser y Tiempo por retrotraer la pregunta por el sentido del Ser, es una defensa en contra de la trivialización de lo trivial. Por el contrario, Heidegger presenta una ontología de la existencia del ser que “tiene que ser”, lo cual, entre otras cosas, da lugar a una conceptualización de la vida cotidiana. En Crítica de la razón cínica dice Sloterdijk: “la ontología existencial que trata del Man y del Dasein intenta algo que a la filosofía primera no se le había ocurrido ni en sueños: el hacer de la trivialidad un objeto de alta teoría”[23][…] “Sólo así ella piensa más allá del bien y del mal y más acá de la metafísica. Sólo sobre esta delgada línea puede moverse”[24] Esto es lo que se podría llamar, según mí parecer, ontología circunspectiva de la trivialidad: el intento heideggereano de hacer del hombre un ser ex-céntrico y ex-tático volcado sobre el mundo. Así, la filosofía de la existencia heideggeriana deviene desde la unidad acústica del in der Welt Sein hasta la triplicidad acústica sloterdijkiana del in der Sphären Sein; de la circunspección del mundo a la circunspección en diversas conformaciones de espacios habitables. Ambos apuntan a lo mismo: ante el actual “estado de cosas” el hombre está llamado a amar el silencio y la atención auditiva in media res, a asumir que puede ser propiamente un fenomenólogo y hermeneuta del habla y de la escucha, pero en el ruido y borrosidad de su propia existencia, sociedad y cultura; no en medio de una escena pastoril que dada la naturaleza de la negatividad actual más parece una manía demiúrgica que un proyecto antropológico viable.





Dr. Adolfo Vásquez Rocca


Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.


Notas y Referencias
:


[1] Artículo que forma parte del Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008. 221 páginas I.S.B.N.: 978-84-7822-523-1 / Dr. Adolfo Vásquez Rocca - http://red.enfocarte.com/articulo_detalle.php?idarticulo=481

[2] Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.

[3] SLOTERDIJK, Peter, En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p, 24.

[4] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk y Nietzsche; De las antropotecnias al discurso del posthumanismo y el advenimiento
del super-hombre” en PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 3, 2006., Buenos Aires.

[5] SLOTERDIJK, Peter, En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p. 28.

[6] Ibid, p, 28.

[7] Ibid, p 26.

[8] Dieter Claessens. Das Konkrete und das Abstrakte. Soziologische Skizzen zur Anthropologie. Frankfurt am Main, 1985, p 145.

[9] Peter Sloterdijk. En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p 28.

[10] Ibid, p 31-36.

[11] Peter Sloterdijk, Crítica de la razón cínica, Editorial Siruela, Madrid, 2003.

[12] Ibid, p 38.

[13] Ibid, p 45.

[14] Ibid, p 46.
[15] Ibid, p 50.
[16] Ibid, p 50.
[17] VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, “Peter Sloterdijk y Nietzsche; De las antropotecnias al discurso del posthumanismo y el advenimiento
del super-hombre” en PSIKEBA Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Nº 3, 2006., Buenos Aires.
[18] Paráfrasis del dictum de El Sofista de Platón según la cual la filosofía ha sido una “lucha de gigantes en torno a la ousía”.
[19] Ibid, p 25.
[20] Peter Sloterdijk. En el mismo barco. Ensayo sobre la hiperpolítica. Ediciones Siruela, Madrid, 1994, p 50.
[21] Ibid, p 90.
[22] Ver VÁSQUEZ ROCCA, Adolfo, "Sloterdijk y Canetti; El detonante iconográfico y operístico de la política de masas ", en NÓMADAS
Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas. Universidad Complutense de Madrid, No 15 Enero-
Junio 2007, pp. 201-214

[23] Peter Sloterdijk. Crítica de la razón cínica. Editorial Taurus, Madrid 1989, p 261.
[24] Ibid, p 262.



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HEIDEGGER Y SLOTERDIJK; LA POLÍTICA COMO PLÁSTICA DEL SER

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SLOTERDIJK Y HEIDEGGER; FILOSOFÍA, HUMANISMO Y TÉCNICA Por Adolfo Vásquez Rocca

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"PETER SLOTERDIJK" Y NIETZSCHE; POSTHUMANISMO, ANTROPOTÉCNICAS



Peter Sloterdijk; Normas y Disturbios en el Parque Humano


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LIBRO "PETER SLOTERDIJK"; UNA INTRODUCCIÓN A "ESFERAS" Por Adolfo Vásquez Rocca


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"PETER SLOTERDIJK"; 'DAS PHILOSOPHISCHE QUARTETT' Por Adolfo Vasquez Rocca


Libro sobre Peter Sloterdijk :


1 comentario:

  1. Curso: "DERRIDA: DECONSTRUCCIÓN, 'DIFFÉRANCE', Y DISEMINACIÓN".
    Dr. Adolfo Vasquez Rocca - Filosofía / Escuela de Posgrado UFM 2022
    https://posgrado.ufm.edu/cursos-virtuales/?y=2021
    Contenidos • Derrida y la Deconstrucción • El juego de la memoria y la espera en Derrida: Una ontología asediada por fantasmas • Recepción del psicoanálisis freudiando en la obra de Derrida.
    https://syllabus.ufm.edu/visualizar-curso/?id_curso=8761
    La deconstrucción irrumpe en el pensamiento de la escritura, como una escritura de la escritura, que por lo pronto obliga a otra lectura: no ya imantada a la comprensión hermenéutica del sentido que quiere-decir un discurso, a su fondo de ilegibilidad y de deseo de idioma–, a las fuerzas no intencionales inscritas en los sistemas significantes de un discurso que hacen de éste propiamente un “texto”, es decir, algo que por su propia naturaleza o por su propia ley se resiste a ser comprendido como expresión de un sentido, o más bien “expone” éste como efecto –y con su legalidad y necesidad específica– de una ilusión para la conciencia.
    https://cutt.ly/yYJgSCA
    El proyecto de Derrida tiene su origen sobretodo en la tradición nietzscheana; tradición que finalmente se enmarca en lo que Ricoeur, agudamente, ha denominado “escuela de la sospecha” (Nietzsche – Freud – Marx). Lo determinante de esta “escuela” reside en el intento programático de “desenmascar” los motivos ocultos que subyacen tras la aparente neutralidad o positividad de la filosofía, la cultura y los signos en general.
    https://www.academia.edu/.../JACQUES_DERRIDA_ESPECTROS_DE...

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Dr. Adolfo Vásquez Rocca _ Doctor en Filosofía y Teoría del Arte UCM