viernes, 27 de febrero de 2009

SLOTERDIJK Y FREUD: LA PROMESA TERAPÉUTICA DEL PSICOANÁLISIS Y EL INSTINTO DE MUERTE Por Adolfo Vásquez Rocca

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Dr. Adolfo Vásquez Rocca

Introducción, Notas y Comentarios

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SLOTERDIJK: LA PROMESA TERAPÉUTICA DEL PSICOANÁLISIS

Negación del mundo, fuga, sustancias psicotrópicas, dan cuenta de la carencia de mundo al que hemos llegado. Aquí -precisamente- analizaremos figuras épicas fundamentales en torno a las cuales se articula el relato de Occidente sobre la salvación o el Instinto de muerte (dependiendo del tinte evangélico o thanatico del autor en cuestión) así desfilan en Extrañamiento del Mundo (Sloterdijk, 2001) un fresco monumental -que adelanta con un aliento poético lo que luego se difumina en la Trilogía Esferas- esto es, las enseñanzas de Sócrates, Jesús o Freud.


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El cristianismo y el psicoanálisis se desprecian y oponen a la vez. Dos maneras hondamente diversas de insertar buenas noticias en el mundo entran así en combate cuerpo a cuerpo en un estrecho espacio. Se adivinan los propósitos y se desenmascaran mutuamente, y también se alían para descubrir toda flaqueza del otro, la cual nadie puede conocer mejor que el psicoanalista respecto al sacerdote y el sacerdote respecto al psicoanalista. Por más jovial o confiado que pueda parecer el mensaje de cada lado - religión de liberación o curación secular de almas – , el reverso de toda noticia tomada en sí sigue siendo oscuro – y , en cada caso, es el rival el que de modo más patente lo tiene que aprovechar – . Cada una de estas doctrinas está dotada de un sentido opuesto que sabotea la alegría del mensaje correspondiente y lo acompaña de una interminable y desconsoladora insinuación disangélica. El euangelion cristiano aparece con esta seguridad: en medio de la desesperanza de las situaciones dadas es posible, aun así, una verdadera vida para ti en la fe, aunque sea después de “esta” vida; de modo que tienes razón para sentirte, ahora mismo liberado, porque lo que te espera tras la muerte ya lanza su luz en la existencia presente. Por esta esperanza empeña el “logos”, el encarnado, su palabra. Hay que decir que aquí, tras la exhortación a la vida de fe, el oído adiestrado psicoanalíticamente oye susurrar una absorvente invitación a la muerte. Desde hace casi dos mil años, se han quejado los mundanos respecto al cristianismo de que, justo donde aparece más entusiasta es, para ellos, en un negocio lúgubre; se pide por su mensaje alegre un precio triste: el menosprecio de la alegría presente. Entonces, ¿cómo se dirige el psicoanálisis con su oferta a la especie sufriente? Su promesa terapéutica pone en el mundo una tesis que, por lo pronto, suena mucho más moderada1.

Dice así: a la psique humana le es posible en determinados límites una manifestación saludable de secretos reprimidos patógenos, una manifestación que es capaz, a la larga, de competir hasta con las más crudas verdades y los más penosos agravios; lo que puede ser dicho no tiene que actuar más; acciones fatales pueden ser evitadas mediante confesiones dolorosas. Así es como esta psicoterapia no promete una salvación sino la oportunidad de una curación mediante la palabra reanimada2. No hace falta demasiada perspicacia para captar la tendencia nihilista latente y, en cualquier caso, estoica de la doctrina psicoanalítica de los últimos motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún secreto de su lúgubre teoría sobre el impulso de la vida a la distensión en la muerte, desde la publicación del tratado Más allá del principio de placer, en el año 1920 .http://www.ucm.es/info/nomadas/12/avrocca6.jpg

Filosofía y Psicoánalisis por Adolfo Vásquez Rocca


Si el objetivo de la vida fuera un estado aún jamas alcanzado, eso contradiría la naturaleza conservadora de los instintos. Tiene que ser un estado de procedencia mucho más antiguo, que el viviente dejó una vez y al que tiende denodadamente por encima de todos los rodeos de la evolución. Si pudiéramos suponer como experiencia como experiencia sin excepción que todo viviente muere por motivos internos, podríamos podríamos entonces decir: El objeto de toda vida es la muerte, y yendo más atrás: Lo no viviente fue anterior a lo viviente.” (Más allá del principio de placer, V)

168.

Con eso queda el desafío de la potencia curativa de la manifestación de secretos patógenos comprometido de raíz. En la línea de enunciar impulsos ocultos, el discurso psicoanalítico queda en la frontera donde sólo puede poner de manifiesto su incurabilidad terapéutica. Pues, a fin de cuentas, ¿qué tendría que manifestar la vida impedida para la búsqueda confusa de sí y su dicha como no sea la confesión, que ironiza cualquier esperanza de cura, de que, en su postrer motivo instintivo, sólo quiere liberarse de sí misma para regresar al nirvana de los minerales3?


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Peter Sloterdijk Esferas por Adolfo Vásquez Rocca Filosofía Philosophy

Así contrastados de manera ideal, cristianismo y psicoanálisis parecen contenerse mutuamente como dos sistemas rivales de cura que, al menos, tienen en común que hacer pagar sus éxitos con efectos secundarios potencialmente absurdos y amenazadores para la vida.4 La curación cristiana fía su energía sanadora en lo absolutamente improbable –se moviliza un apenas esperanzado imaginarse desde esta vida hacia una más elevada, posterior, verdadera– y lo que importa es omitir la lucha por las oportunidades de la vida presente. La curación analítica, en cambio, lo espera todo de la energía sanadora de la manifestación de verdades amargas –hasta llegar a hacer explícita la tendencia instintiva indecible que anhela la “muerte” como curación más radical.

¿Cuál de los dos contendientes en la batalla titánica por la interpretación de las aspiraciones radicales humanas ha escogido el mejor principio? ¿Es la vida humana, según su última constitución motriz –tal y como lo quiere la antropología cristiana –una búsqueda siempre desconcertada de la glorificación posmortal del propio Yo “en Dios”? ¿O más bien es la vida, como enseña la ahondada metapsicología del último Freud, una función de rodeo del instinto de muerte que, en su dilatada ruta por el objetivo intermedio –autoconservación y placer genital –, nunca pierde totalmente de vista la meta final: disolución en un inorgánico no tener que sentir más? Me parece procedente suspender nuestro juicio sobre estas cuestiones en tanto una consideración previa nos ponga en condiciones de ponderar las dimensiones antropológicas y filosóficas de la discusión sobre el instinto de muerte identificado– ¿o habrá que decir: proclamando? – por Sigmund Freud.

La promesa terapéutica del Psicoanálisis _ instinto de muerte - deseo de muerte en Sloterdijk

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Peter Sloterdijk ©

Extrañamiento del mundo y la promesa terapéutica del Psicoanálisis

A la psique humana le es posible en determinados límites una manifestación saludable de secretos reprimidos patógenos, una manifestación que es capaz, a la larga, de competir hasta con las más crudas verdades y los más penosos agravios; lo que puede ser dicho no tiene que actuar más; acciones fatales pueden ser evitadas mediante confesiones dolorosas. Así es como esta psicoterapia no promete una salvación sino la oportunidad de una curación mediante la palabra reanimada5. No hace falta demasiada perspicacia para captar la tendencia nihilista latente y, en cualquier caso, estoica de la doctrina psicoanalítica de los últimos motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún secreto de su lúgubre teoría sobre el impulso de la vida a la distensión en la muerte, desde la publicación del tratado Más allá del principio de placer, en el año 1920 .

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Comentario:

La pulsión de agresión

Los años de la guerra fueron relativamente improductivos y hubo que esperar hasta 1919-1920 para la redacción de Más alla del principio del placer, en la cual y por primera vez Freud arriesgó la hipótesis de una pulsión de muerte.

Más adelante la pulsión de muerte sería designada asimismo con el nombre de Tánatos, en oposición al “divino Eros”, que representaba a la pulsión de la vida” Excepto en conversaciones privadas, Freud utilizaba indistintamente los términos de pulsión de muerte o de pulsión de destrucción; pero en una discusión con Einstein a propósito de la guerra, establecería una distinción entre ambos. La pulsión de muerte estaría dirigida contra sí mismo, mientras que la segunda, derivada de aquélla, estaría dirigida contra el mundo exterior. En 1909 Stekel había ya utilizado el término de Tánatos para designar un anhelo de muerte, pero le había de corresponder a Paul Federn la difusión del término en su acepción presente.”

Es interesante observar que Freud, aun cuando estaba bien impuesto ya desde el comienzo sobre los aspectos salvajes de la naturaleza humana y sus impulsos mortíferos, no hubiese reflexionado de cerca antes de 1915 sobre su aspecto nosológico. Ciertas resistencias relacionadas con su ruptura con Adler debieron precisamente desempeñar algún papel en eso. Es bien sabido que Adler postulaba ya desde 1908 la existencia de una pulsión agresiva primaria. Y sin embargo, según observa Ernest Jones, la concepción de Adler es más sociológica que psicológica, pues la entendía como una lucha por el poder y con el in de garantizarle la superioridad. La concepción freudiana, en cambio, bordea tanto la biología como la química o la física.

Y por otra parte el propio Freud reconocía sin problemas que desde siempre había sentido personalmente una cierta repulsión a aceptar la idea de una pulsión destructora independiente. En El malestar en la cultura escribió: “No puedo comprender cómo pudimos pasar de largo ante la universidad de la agresión no erótica y la destrucción, y de qué modo pudimos omitir concederle la significación a la que tiene pleno derecho en nuestra interpretación de la vida” Y añade: “Recuerdo mi propia actitud defensiva, cuando la idea de una pulsión de destrucción apareció por primera vez en la literatura psicoanalítica, y el tiempo que me fue necesario para que esa idea se hiciese accesible para mi.”

Comentario 2

Los instintos o pulsiones serían, entonces, las fuerzas que se suponen que actúan tras las tensiones causadas por las necesidades del ello. Representan las exigencias somáticas planteadas a la vida psíquica. Por tanto, es posible distinguir un número indeterminado de instintos, pero también reducir estos a unos pocos fundamentales (protoinstintos).

167.-

Con eso queda el desafío de la potencia curativa de la manifestación de secretos patógenos comprometido de raíz. En la línea de enunciar impulsos ocultos, el discurso psicoanalítico queda en la frontera donde sólo puede poner de manifiesto su incurabilidad terapéutica. Pues, a fin de cuentas, ¿qué tendría que manifestar la vida impedida para la búsqueda confusa de sí y su dicha como no sea la confesión, que ironiza cualquier esperanza de cura, de que, en su postrer motivo instintivo, sólo quiere liberarse de sí misma para regresar al nirvana de los minerales?

168.- La vida como enseña la metapsicología del último Freud, es una función de rodeo del instinto de muerte que, en su dilatada ruta por el objetivo intermedio -autoconservación y placer genital- nunca pierde totalmente de vista la meta final: disolución en un inorgánico no tener que sentir más.

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Rosi López y Adolfo Vásquez Rocca Philosophy Peter Sloterdijk

Comentarios:

Estas pulsiones -Eros y Thanatos- entran en juego simultáneamente y es posible que una no sea más que una variante de la otra, nada más que su dilatación.

Las miras de un impulso consisten en ser descargado, lo que suele producir placer. Sin embargo, el impulso sólo está relacionado indirectamente con el placer. En esas circunstancias, el estímulo principal es la descarga misma, la disolución del impulso, es decir su muerte. Estos instintos de muerte o impulsos destructivos parecen estar en oposición con la tendencia de la líbido a buscar el placer. En su obra, “Más allá del principio del placer”, Freud se pregunta si el impulso hacia la muerte, autodestructivo, no es acaso el principio fundamental de todos los demás impulsos y al tender todos hacia la muerte, uno puede formular la siguiente paradoja:

La vida sólo es una demora de la muerte. Según Freud, la dinámica de la personalidad resulta del antagonismo entre el impulso hacia la vida y el impulso hacia la muerte:

¿Qué representa para Freud la pulsión de la muerte?

Representa la tendencia irreductible de todo ser vivo a retornar al estado inorgánico. Si admitimos que el ser vivo vino después del no vivo, y que surgió de el la pulsión de muerte está perfectamente de acuerdo con la fórmula según la cual una pulsión tiende al retorno a un estado anterior. Según esta perspectiva “todo ser vivo muere necesariamente por causas internas”.

170.- Freud como científico real del alma, tendría que aparecer como imitador de la filosofía clásica -ciertamente, sin ser él mismo consciente de ese papel- . Él trasladaba evidentes secretos de la tradición metafísica y religiosa a una lengua secular y científica, y tuvo la habilidad de no dejarse sorprender en flagrante delito metafísico. Puede surgir de esto la impresión de que yo quisiera decir que el investigador de almas -para seguir siendo realista- debiera cambiar ocasionalmente de oficio, y nada más lejos de mi intención, porque es parte de la estructura de la soberanía del estado de cosas llamado alma articular aquel fenómeno que, en lo sucesivo, quiero denominar el metafísico deseo de muerte. ¿Traigo, con esto, otra vez a colación la vieja anima naturaliter metaphysica? ¿Presento una nueva versión de la doctrina sobre la constitucional necesidad metafísica del hombre? Enseguida se verá que no va a ser para tanto, pues por más que “almas” sean, de manera típica, vivientes tomas de postura ante los enigmas de lo finito, ni toda toma de postura es metafísica, ni toda metafísica está impregnada de deseo de muerte.


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Comentario

Thanatos o instintos de muerte o de destrucción: su fin último es el de reducir lo viviente al estado inorgánico. Tiende a la disolución. Pueden orientarse hacia el exterior, manifestándose como impulso de agresión o destrucción o hacia el interior como autodestrucción [formación de carácter sádico o masoquista respectivamente]. La relación sado-masoquista es complementaria son fases o momentos de una misma situación vital de indefensión y de incompletitud. Es, precisamente, la radical separatividad del ser humano lo que lo hace necesitar ser completado en una relación simbiótica.

171.-

El lector lo habría notado: el cambio de término instinto de muerte por la expresión deseo de muerte no se lleva a cabo sin alusión crítica. Quisiera hacer descender el discurso sobre un impulso de la psique hacia la muerte tanto como sea posible a la zona de las intenciones conscientes, a fin de contrarrestar la seducción del pensamiento mediante sugestiones instintivas melancólicas. A esta altura de las reflexiones, no se puede prestar ningún gran crédito injustificado al engañoso modo discursivo psicoanalítico-mitológico sobre Thanatos como una tendencia original de la vida sensitiva. Cuando vindicamos una intención física para que pueda representarse como appetitus consciente y experimentable, ponemos igualmente trabas al abuso brahamánico de interpretaciones profundas psicoanalíticas. Pues, en efecto, ¿quién no la conoce la forma psicologizada de mala fe intelectual que sabe tener razón interminablemente mientras pone en función, a espaldas de los sujetos, móviles ultraprofundos y efectivos-? Cuando hablamos de deseos en lugar de instintos, ponemos en vigor el postulado de hablar abiertamente sólo de las autorrepresentaciones, susceptibles de ser conscientes, de los “motivos instintivos” en las tendencias experimentadas.

Hablar de deseos quiere decir mencionar a los individuos que los experimentan. Ahora bien, ¿cómo podríamos hallar autores y voces que se presenten como testigos para el más singular de todos los anhelos? ¿Dónde se han mostrado por primera vez en el escenario de nuestra cultura deseos explícitos de la propia muerte? ¿Cuándo y dónde empezaron los hombres a compensar claramente la desventaja de haber nacido con la ventaja del aún-no-o-ya-no-tener-que-vivir -y, si no compensar, sí, al menos, a tenerla en consideración-? Lo formulo de manera tan prolija de cara a mantener la cuestión relevante -de qué fue descubridor Freud en su metapsicología oscura si es que, en definitiva, “descubrió” algo- con todos los medios en el recuerdo. Aquí no puede tratarse de plantear una historia de las múltiples restricciones de existir como las que se han desplegado desde los días de Hiob y Buda tanto en Oriente como en Occidente. La empresa de describir la procesión en marcha a lo largo de tres milenios de nobles y sospechosos negadores de la vida negadores de la vida junto a todos los opositores secretos y suicidas ilustres sería sofística a todas luces. [Sloterdijk]

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SLOTERDIJK; DE LA CRÍTICA DE LA FINALIDAD DEL ALMA

Las reflexiones anteriores debieran haberlo dejado claro: al pasar de la hipótesis del instinto de muerte de Freud a la investigación de vestigios articulados de deseo de muerte consciente, se va a parar, acto seguido, al centro de la metafísica clásica. Quien hubiera esperado toparse con sólidas fronteras psicobiológicas vuelve a encontrarse, en lugar de eso, en medio de la aventurada empresa de la esperanza allendista maníaca. Este cambio de orientación del tema, de biología psicológica a metafísica, tiene un lado aleccionador: salta a la vista qué derroche es necesario para hablar en una lengua moderna, científica y secular sobre eventuales finalidades de la psique -siempre se da por supuesto que tales últimos propósitos o metas no tienen efecto como tendencias adquiridas y aprendidas por azar, sino que deben imponerse como tensiones finales endógenas, nacidas de la naturaleza de la misma psique-. Un deseo de muerte experimentado no podría, en consecuencia, ser sólo un efecto de extenuación; humanas confesiones de un ansia de acabar con el mundo y la vida no podrían, para cumplir las cualidades pensadas por Freud, salir a la luz como simple consecuencia de la consunción de la energía vital y pasional. Para que el “instinto de muerte” sostuviera lo que promete su nombre tendría que motivarlo una finalidad activa endógena de la misma psique. Cosa que difícilmente se deja objetivar a escala biológica. El bios no sabe gran cosa de un fin que se le presente como meta interior; en tanto es entendida en el ciclo de la pura vitalidad, la vida, lo mismo humana, animal o vegetal, por lo que podemos saber , no tiene ningún sentido como último propósito. Incluso donde seres vivos se resignan a su fin, subsiste bien poco espacio para la imputación del instinto de muerte en sentido freudiano6.

Así es como esa psicoterapia no promete salvación sino la oportunidad de una curación mediante la palabra reanimada. No hace falta ser sacerdote para captar la tendencia nihilista latente y, en cualquier caso, estoica de la doctrina psicoanalítica de los últimos motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún secreto de su lúgubre teoría sobre el impulso de la vida a la distensión en la muerte, desde la publicación del tratado Más allá del principio de placer, en el año 1920.

“Si el objeto de la vida fuera un estado aún jamás alcanzado, eso contradiría la naturaleza conservadora de los instintos. Tiene que ser un estado de procedencia mucho más antiguo, que el viviente dejó una vez y al que tiende denodadamente por encima de todos los rodeos de la evolución. Si pudiéramos suponer como experiencia sin excepción que todo viviente muere por motivos internos, podríamos entonces decir: El objeto de toda vida es la muerte,y yendo más atrás: Lo no viviente fue anterior a lo viviente.” (Más allá del principio de placer, V)

Con eso queda el desafío de la potencia curativa de la manifestación de secretos patógenos comprometidos de raíz. En la línea de enunciar impulsos ocultos, el discurso psicoanalítico queda en la frontera donde sólo puede poner de manifiesto su incurabilidad terapéutica. Pues, a fin de cuentas, ¿qué tendría que manifestar la vida impedida para la búsqueda confusa de sí y su dicha como no sea la confesión, que ironiza cualquier esperanza de cura, de que, en su postrer motivo instintivo, sólo quiere liberarse de sí misma para regresar al nirvana de los minerales?

¿Cuál de los dos contendientes en la batalla titánica por la interpretación de las aspiraciones radicales humanas ha escogido el mejor principio? ¿Es la vida humana, según su última constitución motriz -tal y como lo quiere la antropología cristiana-, una búsqueda siempre desconcertada de la glorificación posmortal del propio Yo “en Dios” ¿O más bien es la vida, como enseña la ahondada metapsicología del último Freud, una función de rodeo del instinto de muerte que, en su dilatada ruta por el objetivo intermedio -autoconservación y placer genital-, nunca pierde totalmente de vista la meta final: disolución en un inorgánico no tener que sentir más? Me parece procedente suspender nuestro juicio sobre estas cuestiones en tanto una consideración previa no nos ponga en condiciones de ponderar las dimensiones antropológicas y filosóficas de la discusión sobre el instinto de muerte identificado -¿o habrá que decir: proclamado?- por Sigmund Freud.

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MEMORIAS SOCRÁTICAS O LA CULTURA DEL METAFÍSICO DESEO DE MUERTE

Así es como esa psicoterapia no promete salvación sino la oportunidad de una curación mediante la palabra reanimada. No hace falta ser sacerdote para captar la tendencia nihilista latente y, en cualquier caso, estoica de la doctrina psicoanalítica de los últimos motivos instintivos -aún menos, cuando el viejo Freud ya no hizo ningún secreto de su lúgubre teoría sobre el impulso de la vida a la distensión en la muerte, desde la publicación del tratado Más allá del principio de placer, en el año 1920.

“Si el objeto de la vida fuera un estado aún jamás alcanzado, eso contradiría la naturaleza conservadora de los instintos. Tiene que ser un estado de procedencia mucho más antiguo, que el viviente dejó una vez y al que tiende denodadamente por encima de todos los rodeos de la evolución. Si pudiéramos suponer como experiencia sin excepción que todo viviente muere por motivos internos, podríamos entonces decir: El objeto de toda vida es la muerte,y yendo más atrás: Lo no viviente fue anterior a lo viviente.” (Más allá del principio de placer, V)

Anexo

EL MALESTAR EN LA CULTURA

Freud concibe la historia del individuo como la historia de su deseo, y la neurosis como la enfermedad del se gregario, es decir, el producto de que el hombre, al vivir en sociedad, debe reprimir sus instintos primarios para no romper el pacto que hace posible la convivencia. En El Malestar en la Cultura (1930) Freud refiere como la humanidad ha debido pagar por el progreso el elevado precio de sacrificar la dimensión pulsional, su vida instintiva y reprimir su espontaneidad.

Hegel y Marx

Marx, por su parte, también entiende la Historia como una historia del deseo, sólo que se refiere a una ola clase de deseo: el del poder político. Hegel, a su vez, elaboró su Teoría de la Historia como historia de las ideas: el triunfo del pensamiento sobre el instinto, de la racionalidad sobre las pasiones. En contraste, casi toda la obra de Marx parece encaminada a refutar la teoria hegeliana y a desenmascarar las ideologías como encubridoras de intereses mezquinos: conservar los privilegios, detentar el poder, etc. Sin querer, el propio Marx también creó ideología, puesto que tanto su interpretación de la historia como su método de análisis económico, ambos basados en la lucha de clases, como cualquier otro constructo teórico, es también siempre una ideología.

Volviendo a El Malestar en la Cultura, la pulsión que perturba la relación del hombre con el hombre y obliga a la sociedad a convertirse en implacable justiciera es la pulsión thanatica o de destrucción, la pulsión de muerte, identificada aquí con la hostilidad del hombre frente al hombre y respecto de la cual podemos encontraron amplio desarrollo en la obra de E. Fromm Anatomía de la destructividad humana.

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politique Peter Sloterdijk Universidad Andrés Bello Dr. Adolfo Vásquez Rocca

Con la pulsión de muerte aparecerá lo que Freud en adelante llamará la “pulsión anticultural”. A partir de entonces, el vínculo social no podrá ya ser tenido por mera extensión de la libido individual ya que el vínculo social mismo resulta ser la expresión del conflicto pulsional: La pulsión innata de agresividad en el hombre, la hostilidad de cada uno, se opone a la tarea cultural. Esta pulsión de agresividad es el derivado y representante principal de la pulsión de muerte, que hemos hallado junto al Eros y que comparte la voluntad de dominación del mundo.

Ahora cabe preguntarse ¿A qué recursos apela la cultura para coartar la agresión que le es antagónica, para hacerla inofensiva y quizá para eliminarla?

¿Que le ha sucedido - al individuo- para que sus deseos agresivos se vuelvan innocuos?

La agresión es introyectada, internalizada, devuelta en realidad al lugar de donde procede: es dirigida contra el propio yo, incorporándose a una parte de este, que en calidad de super-yo se opone a la parte restante, y asumiendo la función de la conciencia (moral), despliega frente al yo la misma dura agresividad que el yo, de buen agrado, habría satisfecho en individuos extraños. La tensión creada entre el severo super-yo y el yo subordinado al mismo - la calificamos, siguiendo a Freud, ”sentimiento de culpabilidad”; el cual se manifiesta bajo la necesidad de castigo, principalmente en la formación de carácter del tipo masoquista.

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Thanatos e instinto de muerte en Freud por Adolfo Vásquez Rocca

De este modo llegamos al “malestar” propio de la vida cultural. El sentimiento de culpa interioriza ahora el conflicto de ambivalencia enraizado en el dualismo pulsional; por eso hay que llegar hasta ese conflicto, el más radical de todos, para descifrar el sentimiento de culpabilidad: así se entiende por qué el sentimiento de culpabilidad, engendrado por la cultura, no se reconozca como tal, sino que permanezca inconsciente en gran parte, o se manifieste como sólo un malestar, una insatisfacción que se pretende atribuir a otras motivaciones. La extraordinaria complejidad de este sentimiento proviene de que el conflicto cultural entre pulsiones se expresa mediante un conflicto interior.

De este modo, la reinterpretación del sentimiento de culpa produce una inversión dialéctica tal, que el pesimismo frente al progreso cultural da lugar a un moderado y sereno optimismo que, de paso, rescata la esperanza en el poder de la razón.

Freud, muestra así su incapacidad de transformar el psicoanálisis en crítica social, en un proyecto emancipador de lo instintivo; más bien, en forma –a mi juicio- decepcionante, devuelve el deseo humano a la represión.

La aparición en nuestro tiempo del psicoanálisis como forma burguesa de costosa orientación “espiritual” basada en técnicas de adecuación y reconciliación con la cultura, deriva de los limites del propio pensamiento de Freud.

Freud, como señala Susan Sontag , pese a su aparente mentalidad revolucionaria, apoyó las perennes (perpetuas) aspiraciones de la cultura represiva y conservadora.

Es así como Freud aceptó la aparente inevitabilidad de la cultura, con las dos características que se le suscriben como propias, a saber:

-“Un reforzamiento del intelecto que comienza a gobernar la vida instintiva, y una internalización de los impulsos agresivos, con todas sus consiguientes ventajas y desventajas”.

Quizá quienes ven en Freud el gran defensor de la expresividad instintiva y la espontaneidad se sorprendan de lo que él denomina “el ideal psicológico”, puesto que no es otra cosa que “la primacía del intelecto”.

Eros y civilización, procura la reconciliación del marxismo con el pensamiento freudiano, demuestra ya un elemento esencial de la concepción marcusiana de la “sociedad industrial”. El psicoanálisis nace en plena época “liberal”, en la cual el “desarrollo del individuo libre” aparece como el motor del desarrollo económico y social. Freud demuestra que “la compulsión, el rechazo y la renunciación son el material que forma a la personalidad libre”. Como el joven Marx demostraba que el propio capitalismo estaba enajenado por el dinero. Pero Freud sólo psicoanalizaba a burgueses, a menudo marginales. Al llegar a Estados Unidos, Marcuse comprueba que el sicoanálisis, terapéutica liberatoria individual, se ha convertido en factor de integración: “Mientras el psicoanálisis reconocía que la enfermedad del individuo es, en última instancia, ocasionada y mantenida por la civilización, la terapéutica psicoanalítica intenta curar al individuo de manera que pueda continuar actuando como parte de una civilización enferma, sin capitular completamente ante ella”. La terapéutica es un curso de resignación que “transforma –decía Freud- la desgracia histérica en desdicha trivial”.

Introducción y Notas Dr. Adolfo Vásquez Rocca

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Prof. Dr. Adolfo Vásquez Rocca

Universidad Católica de Valparaíso - Universidad Complutense de Madrid

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

ADOLFO VÁSQUEZ ROCCA. Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV, Teoría del Conocimiento y Pensamiento Contemporáneo. Áreas de Especialización: Antropología y Estética. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la PUCV, del Magíster en Etnopsicología, Escuela de Psicología PUCV, Profesor de Antropología y de Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la UNAB. Profesor asociado al Grupo Theoria, Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado. Director de la Revista Observaciones Filosóficas http://www.observacionesfilosoficas.net/. Secretario de Ejecutivo de PHILOSOPHICA, Revista del Instituto de Filosofía de la PUCV http://www.philosophica.ucv.cl/editorial.htm, Editor Asociado de Psikeba —Revista de Psicoanálisis y Estudios Culturales, Buenos Aires— http://www.psikeba.com.ar/, miembro del Consejo Editorial de Escaner Cultural —Revista de arte contemporáneo y nuevas tendencias— http://www.escaner.cl/ y Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo.

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

http://www.psikeba.com.ar/obras/AVR/autor.htm

1SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-textos, Valencia, 2001 p. 165
2SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-textos, Valencia, 2001 p. 166
3Como autoridad para una comprobación de consecuencias nihilistas del principio de mentalización se podía citar el estudio Bewufstsein als Verbängnis (1924) del suicida Alfred Seidel. En el apéndice de la reedición de ese texto (Edition Subversión, o. J. Bremen, alrededor de 1980, p. 220) se encuentra el apunte desesperado antifreudiano: “Para el psicoanálisis del psicoanálisis (enfermo-sano): puesto que el capaz de vivir sólo puede tener ilusiones como concepto del mundo; así mismo, por el contrario, el que destruye esas ilusiones, es decir, el sádico de la verdad, es, en sí, alguien incapaz de vivir, un tipo de suicida, un falto de instinto, un psicópata en sentido tradicional”.
“La comparabilidad de psicoanálisis y cristianismo resulta, en especial, de que ambos sean continuaciones del judaísmo con diversos medios. Esa es una de las consecuencias que se pueden extraer del libro de Yosef Hayim Yerushalmi Freuds Moses. Endliches und unendliches Judentum,Berlín 1992.
4Freud conocía, a decir verdad, la conexión de su especulación con las doctrinas de Schopenhauer; no obstante, creía exponer en su metapsicología algo cualitativamente diverso a la oscura matafísica de la voluntad.
5SLOTERDIJK, Peter, Extrañamiento del mundo, Editorial Pre-textos, Valencia, 2001 p. 166
6Extrañamiento del mundo, p. 177
Ver:
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Peter Sloterdijk por Adolfo Vásquez Rocca
Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización
PETER SLOTERDIJK: ESFERAS, FLUJOS, SISTEMAS METAFÍSICOS DE INMUNIDAD Y COMPLEJIDAD EXTRAHUMANA

PETER SLOTERDIJK Libro de Adolfo Vasquez Rocca | Institución Alfons el Magnànim (IAM) Valencia 2008


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Libro ‘PETER SLOTERDIJK’ | Institución Alfons el Magnànim (IAM) Valencia 2008 | Autor: Adolfo Vasquez Rocca



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jueves, 26 de febrero de 2009

FILOSOFÍA Y ESCRITOS POLÍTICOS DE MARTIN HEIDEGGER Introducción Dr. Adolfo Vásquez Rocca


Escritos políticos de Martín Heidegger [ 1933-1946 Publicado en 2006 © ]


INTRODUCCIÓN

Ver

Heidegger “el último cerebro de la era agraria”; Una aproximación desde Sloterdijk

Introducción

1.-

En estos discurso puede estar la clave “teórica” del compromiso de Martín Heidegger con el III Reich, compromiso político-académico que le hace prestarle su voz al Nacionalsocialismo como único proyecto cultural para el resurgimiento de Alemania.

El III Reich como “obra de arte” tendrá en la alocución de Heidegger del 23 de noviembre de 1933 su aclaración política. “El arte sólo llega al gran estilo cuando incluye totalmente la existencia del pueblo en la marca típica de su esencia”. De esta forma, la constitución del Estado aparecerá como una obra de arte.

Y ante los estudiantes de Tubinga, el 30 de noviembre de 1933, Heidegger describía el proceso de conquista de la nueva realidad, afirma Safranski, “como si se tratara del nacimiento de una obra de arte” porque quien “lucha” es como si estuviera “en el interior de una obra que surge”. El artista-ciudadano del Reich se transforma en “copropietario de la verdad del pueblo en su Estado”. De ahí el proyecto heideggeriano sobre “el campamento de la ciencia” al servicio del auténtico saber alemán; proyecto que se llevó a cabo durante los días 4 al 10 de octubre de 1933, al pie de la cabaña de Todtnauberg. De la Nota de trabajo en la que estoy me parece seria y ajena a las críticas ad hominem; me importa el caso Heidegger por el problema filosófico que conlleva. Y voy entendiendo que este filo de la navaja en donde aparecen como inextricables cultura y barbarie, hermenéutica y violencia, tiene en la esteticización del pensamiento una clave importante para entender ciertas analogías entre el renovador estilo cultural del nazismo y la experiencia artística de la política que hay en Heidegger en tanto, para definirla con Richard Wolin, “política del Ser”.

Dr. Adolfo Vásquez Rocca

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2.-Llamamiento internacional por la apertura de los Archivos Heidegger

Heidegger Wars, un introducción: Parafraseando a Nietzsche, podría perfectamente decirse que, desde diversos puntos de vista, Martin Heidegger ha sido, desde 1933, un campo de batalla más que un filósofo. La controversia sobre su relación con el NSDAP, el partido nacionalsocialista, y su admiración fanática por Adolf Hitler, aunque parezca reciente, es de vieja data: ya Herbert Marcuse, su antiguo asistente, en una fecha tan temprana como junio de 1934, en las páginas de la revista del “Institüt für Sozialforschung”, el Zentralorgan de la Escuela de Frankfurt, había escrito un punzante ensayo donde la ontología existencial de Heidegger se ubicaba naturalmente en la corriente antiliberal de la nueva derecha alemana. En Italia un consternado Benedetto Croce, que resistía dignamente al fascismo de Mussolini, en septiembre de 1933 concluía consternado: “…Finalmente, he leído por completo el discurso de asunción al rectorado de Heidegger, que es necio y al vez servil. No me admira el éxito que su filosofar tendrá durante un tiempo: lo vacío y lo general siempre tiene éxito, pero no produce nada. Creo que en la política no podrá tener ningún efecto; pero deshonra a la filosofía, y eso es una lástima también para la política, por lo menos, para la futura…”. En Francia ya en 1933 el filósofo personnaliste Arnaud Dandieu había notado la afinidad esencial entre el nacionalsocialismo y el pensamiento de Heidegger en la “Revue d’Allemagne”; Paul Nizan arremetía contra el fino pornógrafo André Malraux por su filosofía oculta reaccionaria en su novela “La Condition Humaine” (1933), Prix Goncourt, derivada ingenua y acríticamente de “Ser y Tiempo”; en 1936 la “Nouvelle Revue Theologique” publicaba una recensión con la firma de Henri Thielemons en la cual se exponía los elementos comunes entre la filosofía de Heidegger y la “métaphysique du Nazisme”; en 1938 el filósofo Jean Wahl, que luego en su condición de judío pasaría por los campos de la muerte, abría su course de filosofía expresando su indignación por la función pública de Heidegger en el IIIº Reich y su uso de la jerga existencial para imponer el “FührerPrinzip”. Georges Bataille, en un libro inconcluso, llamaba directamente por primera vez a Heidegger philosophe du fascism.

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Habría que esperar la finalización de la Segunda Guerra Mundial, fines de 1944, gracias al trabajo de difusión paradójico de uno de los epígonos de Husserl y Heidegger en Francia, Jean Paul Sartre, quien en su revista “Les Temps Modernes”, re-lanzó el “Fall-Heidegger” y un poco más tarde, entre 1946 y 1947, publicó el seminal ensayo de Karl Löwith (otro antiguo discípulo), escrito en 1939, “Les implications politiques de la Philosophie de l’Existence chez Heidegger”, en el número 14 del mes de noviembre. Como respuesta, en el número de julio de 1947, le intentaron responder a Löwith, en lo que podría considerarse la primera defensa en regla de los heideggeriannes, dos filósofos, el belga A. de Waelhens, traductor del último Husserl y de Heidegger, y el franco-alemán Eric Weil, un antiguo alumno de Cassirer.

Un segundo momento se inició en 1953, con motivo de la re-edición de las lecciones de 1935: Einführung des Metaphysik, en las cuales las referencias originales a la verdad interna y grandeza del movimiento nacionalsocialista (“…inneren Warheit und Grosse das NS…”) fueron grotescamente intertextualizadas, por el mismo Heidegger, con paréntesis y aclaraciones justificatorias; en el escándalo posterior intervino con perplejidad y asombro un desconocido y joven doctorando en filosofía, Jürgen Habermas. Por primera vez, desde la “èpuration” de 1945, Heidegger se ve obligado a aparecer en público, contestando con una carta al diario Die Zeit, año 18, #39, del 24 de septiembre de 1953, titulada: Wie liest man 1953 Sätze von 1935?, las acusaciones de haber tergiversado la edición original de 1935.

La tercera estación se desató después de la publicación de una sucesión de libros que, poco a poco, profundizaban, tanto analítica como filológicamente, en la relación Heidegger-NS-Staat; en orden de aparición salieron a la luz: el injustamente olvidado libro documental de Guido Schneeberger (1962); un poco después, casi simultáneamente, el clásico ensayo de Theodor Adorno (1964) sobre la jerga de la autenticidad y el de A. Schwan (1965). El impacto sobre la opinión pública en Alemania fue de tal magnitud, superando incluso al escándalo de 1953, que obligó a Heidegger a romper su obligado ostracismo y otorgar a la revista “Der Spiegel” una larga y famosa entrevista meticulosamente planificada en 1966. Simultáneamente, en la revista parisina “Critique”, durante 1966 y 1967, se pone en práctica la primera defensa en línea de los heideggerianos franceses, encabezados por François Fédier, la mano derecha y discípulo del polémico antisemita, l’ambassadeur de Heidegger en France Jean Beaufret, donde se ataca histéricamente y en bloque, a los libros de Schneeberger, Adorno, Schwan e incluso un libro poco conocido, y nunca traducido al francés, de P. Hühnerfeld, In Sachen Heidegger. Versuch über deutsche Genie, editado en 1959. Al artículo de Fédier le contestaron, en el número de julio de 1967, Robert Minder, Jean Pierre Faye y Aimé Patri. Luego el debate sobre el “Fall-Heidegger” poco a poco decae, entra en un período de latencia y dormita casi una década, tanto en Alemania como en Francia.

La cuarta fase de la controversia la inauguran una serie de investigaciones que se inician con las sucesivas y decisivas pesquisas debidas al historiador friburgués Hugo Ott en 1983, el conocido libro de Victor Farías de 1987 y lo cierra las biografías menores del historiador revisionista Ernst Nolte en 1993 y Rüdiger Safranski en 1994. Hay que reconocer que fue gracias al “pathbreaking” del libro de Farías, que incorporó e hizo masivas las revelaciones terminantes de Ott que hasta ese momento solo habían aparecido publicadas en revistas institucionales y boletines locales de Freiburg, inaccesibles para el lector profano. Sería por medio de su trabajo archivista incansable que, por primera vez desde 1945, en el “Fall-Heidegger”, la cantidad de hechos, datos e informaciones se trastocarían en calidad. Este hecho dio como resultado que el carácter de la dedicación y el compromiso político total de Heidegger con el NSDAP primero, y con el NS-Staat después, se transformará en un hecho incontrastable, indiscutible y premisa de cualquier debate serio sobre el caso. La incompleta fuente de datos sobre el período 1930-1945 en la vida de Heidegger, muchas veces planificada, había permitido, antes del “corte epistemológico” de Ott en 1983, tanto a la hagiografía heideggeriana como al mismo Heidegger, salvar decorosamente la ropa sucia de su reputación profesional y clausurar todo intento de interconectar su filosofía con la política nacionalsocialista durante casi 30 años. La defensa del Meister sólo repetía, con variaciones personales, las muletillas, las deformaciones y las pequeñas omisiones del canon establecido por Heidegger en el interview de la revista “Der Spiegel”. Se podría decir, sin exagerar, que es a partir de Ott, y gracias su divulgación masiva vía Farías, que en el debate sobre el compromiso y la profundidad de la relación entre Heidegger y el NSDAP, se ha abierto paso la más importante cuestión filosófica: de cómo y de cuánto está implicada la ontología heideggeriana en la decisión política resuelta por el nacionalsocialismo. ¿Se puede extender este apoyo incondicional al NS-Staat, como acto filosófico, hasta el pensamiento primigenio de Heidegger, incluyendo su magnum opus trunca “Sein und Zeit”?.

La quinta y ¿última? batalla de la guerra ya ha comenzado. En 2005, Emmanuel Faye (el hijo del filósofo Jean-Pierre Faye, gran investigador de la ideología totalitaria) publica “Heidegger, l’introduction du nazisme dans la philosophie” (la introducción del nazismo en la filosofía). El libro cita textos desconocidos de Heidegger de los años veinte y se dedica a demostrar los vínculos del filósofo con pensadores racistas que soportaron después el nazismo como Ludwig Clauss, Erich Rothacker, Eugen Fischer o Alfred Baeumler. El libro hace hincapié en los seminarios del invierno 1933-34: Heidegger, como rector, utiliza sus conceptos filosóficos (entre otros, la diferencia entre el ser y el siendo) para analizar la relación entre el Führer y el pueblo alemán. Casi al filo de su salida a ventas el núcleo duro del heideggerianisme, encabezado por su figura más polémica François Fédier, decidió salir nuevamente en defensa del mítico Heidegger resistente al nazismo con una obra colectiva. Pero algo extraño sucedió. Los diarios Le Monde y Le Figaro están de acuerdo: Gallimard acaba de renunciar a publicar un libro sobre Heidegger después de mandar pruebas a varios periodistas y profesores. “Heidegger à plus forte raison”, proyectado libro colectivo editado por Fédier, llegó a tener reseñas en revistas de filosofía antes del verano. Ahora, Gallimard se llama al silencio y no responde a la prensa después de anunciar a Fédier la cancelación de la publicación. Pero se conoce muy bien el contexto de la génesis de la obra detenida antes de su llegada a las librerías. Es para responder a esta visión de la obra de Heidegger como un capítulo de la historia de la ideología nazi que se formó un Einsatzgruppen de diez personas alrededor de Fédier. Querían (la enésima vez) la tarea mitológica de “limpiar” al filósofo alemán de sus acusaciones, al explicar que sus compromisos imprescindibles para sobrevivir en su oficio no quitaron nada de rigor y amor al saber a su pensamiento. Según rumores, el libro fallido ponía en duda la calidad de las traducciones de Faye del alemán al francés. Es una acusación clásica de los debates sobre el nazismo de Heidegger (como el decir que los que lo relacionan con el nacionalsocialismo nunca lo han leído) pero es también una posibilidad de demanda judicial. Y, en especial en Europa, una posibilidad, indirecta, de otra demanda por “Négationnisme” (palabra francesa que designa el hecho de negar la existencia de la exterminación de los judíos por los nazis, un delito castigado por ley).

El texto que presentamos es una campaña internacional que busca la apertura democrática y sin filtros de los archivos de Heidegger. Se basa en una apelación lanzada originalmente en “Le Monde” el 5 de enero de 2006. Hemos traducido el documento completo, eliminando los pasajes específicos que se refieren al sistema educativo francés. La apelación se encuentra en el sitio web de la nueva revista alemana de filosofía on-line “Theologie.Geschichte” de la universidad de Saarbrück. (Nicolas González Varela).


Apelación por la abertura de los Archivos Heidegger


Los llamados “Archivos Heidegger” se encuentran cerrados hasta el año 2026, a gran parte de los investigadores, ya que su hijo y albacea Hermann sólo concede autorización a aquellos que demuestren ser suficientemente confiables. Fue de esta manera que prohibieron el acceso a los archivos a Víctor Farías, autor en 1987 de un libro pionero sobre la relación entre Heidegger y el nazismo. Por lo tanto, la verdad sólo aparece muy lentamente. Ha sido necesario, por ejemplo, que hubiéramos reprochado a sus hijos el haber ocultado que Heidegger había votado por el partido nazi desde el año 1932 para que lo reconocieran públicamente mucho más tarde en una carta enviada al Frankfurter Allgemeine Zeitung el 15 de noviembre de 2005.

Nuevos elementos, sin embargo, son aportados por una antología de cartas con su esposa Elfride Petri. Esas cartas son abrumadoras. Se descubre en efecto la radicalidad del antisemitismo y del racismo que habita en Heidegger a partir de la década de 1910. He aquí lo que dice el 18 de octubre de 1916, en plena guerra, a la entonces su novia: “El ‘enjudiamiento’ de nuestra cultura y de las universidades es en efecto espantoso y pienso que la Raza alemana debería encontrar suficientemente una fuerza interior para llegar a la cumbre” („Die Verjudung unsrer Kultur u. Universitäten ist allerdings schreckerregend u. ich meine die deutsche Rasse sollte noch soviel innere Kraft aufbringen um in die Höhe zu kommen.“ „Mein liebes Seelchen !“ Briefe Martin Heideggers an seine Frau Elfride 1915-1970, hg. von Gertrude Heidegger, Munich, 2005, p.51). Para que la Rasse alemana llegue a la cumbre necesita un Líder, un Caudillo (Führer). A este respecto, muy pronto, Heidegger decidió tomar partido: en su carta del 17 de octubre de 1918, deplora “la pérdida completa de objetivo y el vacío” en “la vida y la constitución del Estado” alemán y concluye: “yo reconozco cada vez de manera más urgente la necesidad de un Caudillo (Führer)”.

Por otra parte la leyenda de un Heidegger apolítico es barrida por las pruebas presentadas en esta correspondencia. En una carta del 2 de octubre de 1930, comentando un juicio a tres oficiales del Reichswehr (el ejército de la República de Weimar) acusados de alta traición por formar una célula nazi, Heidegger le confiesa a Elfride que posee ya el último ejemplar del diario nazi oficial, el “Völkischer Beobachter, Diario de combate del Movimiento Nacionalsocialista de la Gran Alemania” y que se alegra que “el proceso de Leipzig parece que finalmente caerá sobre los famosos acusadores”. Es pues de un diario nazi de propaganda en el cual Heidegger confía para informarse de la actualidad política y comentarla. Si Heidegger critica, coincidiendo con el incondicional filósofo nazi Alfred Baeumler al que menciona en muchas cartas de este período, el nivel cultural de los nacionalsocialistas y su prensa, no es obstáculo para que destaque que “el Movimiento tiene su misión” (carta del 18 de julio de 1932).

El antisemitismo profundo de Heidegger se puede ver también en sus reflexiones sobre Karl Jaspers y sobre el afecto profundo que siente éste por su mujer, una judía. “Me enfurece ver cómo puede este hombre, puramente alemán, con el instinto más auténtico y que percibe la más alta exigencia de nuestro Destino […] seguir vinculado a su mujer”. “Es en su relación original con los Griegos”, prosigue a Heidegger, “que la metafísica del Dasein alemán podrá convertirse en activa”, y “Jaspers piensa demasiado indudablemente en función de la humanidad” (carta del 19 de marzo de 1933). En resumidas cuentas, Heidegger querría que el Dasein alemán renunciara a todo pensamiento sobre la humanidad como tal y eliminara todo vínculo con los judíos, para estar vinculado exclusivamente a una Grecia mythifiée.

También se revelan en qué términos Heidegger realiza comentarios sobre la Segunda Guerra Mundial: el 18 de mayo de 1940, en el mismo momento que las tropas panzer del IIIº Reich se despliegan sobre Holanda, Bélgica y Francia, Heidegger se congratula de que los alemanes conciban “la soberanía total de la Técnica” de manera muy diferente que en 1917, y no duda en hablar de la “legalidad interior de la tecnificación incondicionada de la guerra” ¡Distamos mucho de sus discursos después de 1945 sobre el carácter errante de la Técnica planetaria asimilada al nihilismo!

Ahora bien las observaciones antisemitas y racistas de Heidegger tienen asimismo repercusión en la misma obra. Las fórmulas de 1916 citadas más arriba sobre el “enjudiamiento” (Verjudung) y sobre la raza alemana constituyen, en efecto, el esbozo de un programa de dominación racial que expondrá una quincena de años más tarde en sus cursos de filosofía, mientras Hitler se mantiene en el poder. Habla entonces de “explotar con profundidad las posibilidades fundamentales de la Esencia de las raíces originalmente germánicas y conducirlas hasta la dominación” (Gesamtausgabe, t.36/37, p.89). Mientras tanto se dedicó en su curso del semestre de verano 1927 a destruir el concepto de género humano, proponiendo traducir el genos griego por las palabras “raza, linaje” y hablando en adelante con el plural “orígenes”. El mismo año afirma en “Ser y Tiempo” que el Dasein auténtico debe ser entendido como Comunidad (Gemeinschaft), como Pueblo, y que éste debe elegir él mismo “a su Héroe” con el fin de “volverse libre para la continuación del combate”. Y a partir del invierno 1929-30, en el curso titulado los “Conceptos fundamentales de la Metafísica”, donde desafía a lo que nombra como “el embrollo político” de la Alemania de Weimar y llama a “ser duros”, abandona la cuestión “¿Qué es el hombre?” por la de “¿Quiénes somos Nosotros?”. En 1933-34, precisa en sus cursos que el “Nosotros” sólo designa al pueblo alemán, sólo él puede tener aún un “Destino”. También en dicha fecha aclara en un seminario que lo que designa como “Salud del Pueblo”, se refiere a “la unidad de Sangre y Origen” y a la “Raza”.

Si nos referimos al conjunto de los textos citados más arriba, es extremadamente preocupante ver que tanto “Ser y Tiempo” como los dos cursos de los años 1927 y 1929-30, han sido incluidos por primera vez en el programa de la Agrégation en filosofía en Francia. ¿Era necesario endilgar a la Universidad francesa tal carga? ¿El pensamiento no necesita hoy otro tipo de fundamentos?

Se desearía al menos que esta situación propiciara una reconsideración a fondo de los escritos de Heidegger. Ahora bien, para que se haga la luz sobre sus intenciones profundas y sobre su implicación en el nazismo, resulta indispensable que todos los investigadores tengan acceso al conjunto de los archivos de los intelectuales más comprometidos con el hitlérisme, para comenzar por los archivos Heidegger de Marbach y los archivos Baeumler de Munich. Se sabe, en efecto, por una carta a Elfride, que Baeumler continua manteniendo intercambio epistolar con Heidegger en 1943, el mismo año en el cual aparece su elogio de Alfred Rosenberg. Sin embargo, la carta a Baeumler no se hace pública. El Presidente de la República Francesa ha mostrado el ejemplo desclasificando, en 1988, el expediente Heidegger conservado en los archivos del Quai d’Orsay. Esta es la razón por la cual lanzamos una llamada solemne a los responsables, tanto alemanes como europeos, para que el derecho a la verdad histórica y filosófica esté por fin garantizado y que, sesenta años después del final del régimen nazi, estos archivos estén abiertos a todos los investigadores.

Dr. Emmanuel Faye, maître de conférences en filosofía, université de Paris X-Nanterre. Ha publicado entre otros libros “Philososphie et perfection de l’homme. De la Renaissance à Descartes” (Vrin, 1998) y “Heidegger, l’introduction du nazismo dans la philosophie” (Albin Michel, 2005).

(Traducción: Nicolás González Varela

http://www.brown.edu/Departments/Joukowsky_Institute/Harmansah/images/heidegger.jpg

3. Precisiones y atenuantes; La defensa filosófica del pensamiento de Heidegger.

El desprecio por las posiciones políticas de Martin Heidegger no puede ser sino necesaria y está fuera de toda duda. Pero el intento de cubrir de fango nacionalsocialista Sein und Zeit (y con ello me refiero también al propio Heidegger en el tristemente famoso discurso del rectorado, y a otros pensadores, se llamen como se llamen), en un acto descaradamente revisionista y simplificador, y que por cierto oculta la sonrojante incapacidad de enfrentarse al texto en su ámbito originario, esto es, en su ámbito radicalmente filosófico, es igualmente deleznable. Heidegger ya había comprendido la Sexta Investigación Lógica de Husserl, crucial en Sein und Zeit, probablemente antes de 1915; la terminología ontológica que define el giro hermeneútico de su fenomenología comienza a estar formulada en 1922; la conferencia Der Begriff der Zeit (1924) es la primera avanzadilla de Sein und Zeit. La segunda, Prolegomena…, de 1925. Ese mismo año Hitler es encarcelado. Para cuando Mein Kampf tenga eco social, pienso, Sein und Zeit ya habrá sido redactada. De todas formas, las fechas carecen de interés cuando uno lee Sein und Zeit: la propia obra es el más poderoso argumento que rebate la supuesta orientación nazi de la ontología fundamental. Siempre que uno se acerque a ella con un mínimo de honradez intelectual, claro. No vale ver en el “ser-total” del Dasein, por ejemplo, una metáfora de la “Gran Alemania”. La ontología es totalizadora per se (desde Aristóteles), precisamente porque es ciencia de (todo) “lo que es”.

Leonardo Said.

Co-editor de Zoología Política.


HEIDEGGER; ESCRITOS POLÍTICOS

Llamada a los estudiantes

Publicado en el Periódico de los estudiantes de Friburgo, el

viernes 3 de noviembre 1933.1

¡Estudiantes alemanes!

La revolución del nacionalsocialismo lleva a un trastorno completo de nuestra existencia como alemanes2.

Tenéis que acordaros, en lo que está aconteciendo, de ser y permanecer siendo siempre los que van adelante, los que siempre están preparados; los que siempre son tenaces y los que nunca cesan de crecer.

Vuestra voluntad de saber busca experimentar lo que es esencial, simple y grande.

Se les hace tarde para afrontar tanto lo que está sujeto a lo inmediato como a lo que compromete a largo plazo.

Sean afirmativos y verdaderos en lo que exigen.

Permanezcan lúcidos y firmes cuando rechacen.

No perviertan el saber que han obtenido en vana posesión personal. Guárdenlo como posesión primera del hombre que dirige en cada oficio popular del Estado Ya no pueden permanecer como simples “oyentes”. Háganse un deber de participar, por el saber y la acción en común, en la obra de lo que será en un futuro la Escuela Superior en donde se formará el espíritu alemán. Cada uno tiene que empezar por poner a prueba y justificar cada don natural y cada ventaja social. Esto se lleva a cabo gracias al poder con el que se compromete la lucha del pueblo entero a través de uno mismo.

Que día a día y hora a hora se consolide la fidelidad de la voluntad de obedecer. Que crezca sin cesar el valor de sacrificarse para salvar lo esencial y hacer brotar la fuerza más intima de nuestro pueblo en su Estado.

Que ni los dogmas, ni las “ideas”, sean las reglas de vuestro ser3.

El Fürher mismo, y sólo él, es la realidad alemana de hoy y del futuro, así como su ley. Aprendan profundamente que siempre cada cosa exige decisión y cada acto responsabilidad.

¡Heil Hitler!

Heidegger zoolog�a pol�tica

Llamada a los alemanes.

Publicado en el Periódico de los estudiantes de Friburgo

el viernes 10 de noviembre de 19334.

¡Alemanes, alemanas!

El pueblo alemán ha sido llamado por el Führer para votar. Pero el Führer no solicita nada del pueblo. Él otorga, más bien, la posibilidad más directa de la decisión libre y suprema: ¿el pueblo entero quiere o no su propia existencia?5

Este voto no puede ser comparado con ninguno de los otros escrutinios que han tenido lugar hasta la fecha. La singularidad de este voto proviene de la simple grandeza de la decisión que se trata de tomar. Pero el carácter inexorable de lo simple y último no permite ni que oscilemos, ni que titubeemos. Esta decisión última lleva lejos, e incluso pone en juego nuestro pueblo en la frontera misma de su existencia, que es la de preservar y salvaguardar su propio ser. Por ahí se erige una barrera entre lo que puede ser exigido al pueblo y lo que no. En el nombre de esta ley fundamental del honor, el pueblo salvaguarda la dignidad y la determinación de su ser.

No es la ambición, la pasión de la gloria, la voluntad ciega por querer singularizarse, no el apetito de poder, sino únicamente la voluntad lúcida de ser uno mismo sin restricción en la carga de su responsabilidad y el dominio del destino de nuestro pueblo, lo que ha incitado al Führer a salir de la “Sociedad de las Naciones”.

Eso no significa darle la espalda a la comunidad de los pueblos. Al contrario, nuestro pueblo, a través de este paso, se coloca bajo la autoridad de esta ley esencial para toda existencia humana, a la cual todo pueblo debe primero obediencia si quiere seguir siendo un pueblo6.

Es a partir de esta obediencia, idénticamente orientada hacia la exigencia absoluta de asumir sus responsabilidades, como surge únicamente la posibilidad de tomarse mutuamente en serio, a fin, precisamente por eso, de declararse a favor de una comunidad.

Querer una verdadera comunidad de los pueblos, es algo que se distingue tanto de una fraternización universal inconsistente, y que no compromete a nada, como de una ciega dominación tiránica. Esta voluntad obra por encima de esta oposición. Engendra la apertura y la valentía, en el seno de las cuales, pueblos y Estados pueden sostenerse tanto respecto de sí mismos como los unos de los otros.

La elección que el pueblo alemán debe ahora hacer, sólo como acontecimiento, -e independientemente del resultado- es ya lo que confirma aún más fuertemente la nueva realidad alemana, la del socialismo nacional y su Estado.

Nuestra voluntad de ser popularmente responsables de nosotros mismos, esta voluntad quiere que cada pueblo encuentre y salvaguarde la grandeza y la verdad de su destino. Esta voluntad es la garantía suprema de la seguridad de los pueblos; pues ella misma se une con la ley fundamental del respeto de hombre a hombre y del honor sin condiciones.

El 12 de noviembre, el pueblo alemán entero va a escoger su futuro. Este futuro está ligado al Führer. El pueblo no puede elegir el futuro únicamente sobre la base de lo que se llama consideraciones de política exterior, deposite en la urna una papeleta inscrita con un “sí”, sin incluir en este “sí” al Führer y al movimiento que son uno solo, incondicionalmente con él. No está de un lado la política exterior y del otro la política interna. Hay una única voluntad, la que quiere la existencia plena y total del Estado.

Esta voluntad, llegó con el Führer al despertar a su pueblo entero, y es la que él ha fundido en una única decisión.

¡Nadie puede abstenerse el día en el que se debe declarar esta voluntad!

http://homepage.newschool.edu/~quigleyt/vcs/jameson/evans.gif

Discurso pronunciado en Leipzig.

Sábado 11 de noviembre 19337.

¡Profesores alemanes y camaradas!

¡Compatriotas alemanes y alemanas!

Al pueblo alemán lo llama el Führer para votar: pero el Führer no solicita nada del pueblo, da más bien al pueblo la posibilidad la más directa de la decisión libre y suprema: ¿el pueblo entero quiere su propia existencia, si o no?

El pueblo va a elegir mañana nada menos que su porvenir.

Este voto no puede ser comparado en nada con otros escrutinios que se han llevado a cabo hasta la fecha. La singularidad de este voto se debe a la grandeza de la decisión que se trata de tomar. Pero el carácter inexorable de lo simple y de lo definitivo no acepta que se vacile. Esta decisión definitiva va muy lejos, hasta el punto de poner a nuestro pueblo en el límite (Grenze) mismo de su propia existencia. ¿Y en qué consiste este límite? Consiste en la exigencia primera de todo ser (Seins), la de guardar y salvaguardar su propia esencia (sein eigenes Wesen). Por eso mismo se erige un límite ente lo que sí puede ser requerido de un pueblo y lo que no. En el nombre de esta ley fundamental del honor, el pueblo salvaguarda la dignidad y la determinación de su manera de vivir. La voluntad de responsabilizase, sin embargo, no es solamente la ley fundamental de la existencia de nuestro pueblo; es, a la vez, el acontecimiento fundamental en el cual toma toda su realidad el Estado del nacionalsocialismo. Esta voluntad de responsabilizarse conlleva que el trabajo destinado a cada categoría social, arriba o debajo de la escala, accede con una necesidad igual al lugar y al rango (Rang) que es el suyo. El trabajo de las diversas categorías sociales lleva y reafirma la estructura en la cual vive el Estado; por el trabajo, el pueblo reconquista su autoctonismo atrasado (seine Bodenständigkeit zurück8); el trabajo transforma este Estado, como realidad del pueblo, en el seno del campo de acción de todos los poderes esenciales del ser de los hombres.

No es la ambición, la pasión de la gloria, la voluntad ciega por querer singularizarse, no el apetito de poder, sino únicamente la voluntad lúcida de ser uno mismo con absoluta responsabilidad en la toma en cuenta y en el dominio del destino de nuestro pueblo, que ha incitado al Führer a salir de la “Sociedad de las Naciones”9. Eso no significa darle la espalda a la comunidad de los pueblos. Al contrario, nuestro pueblo, gracias a este paso, se coloca bajo la autoridad de esta ley esencial para toda existencia humana, a la cual todo pueblo debe primero obediencia si quiere seguir siendo un pueblo10.

Es a partir de esta obediencia, idénticamente orientada hacia la exigencia absoluta de asumir sus propias responsabilidades, como únicamente surge la posibilidad de tomarse recíprocamente en serio con el fin, por eso mismo, de declararse a favor de una comunidad. Desear una verdadera comunidad de los pueblos es algo que se distingue tanto de una fraternización universal inconsistente, y que no compromete a nada, como de una ciega dominación tiránica. Esta voluntad obra por encima de esta oposición. Engendra la apertura y la valentía, en el seno de las cuales, pueblos y Estados pueden sostenerse tanto por sí mismos como los unos respecto de los otros.

¿Qué ocurre, entonces, con tal querer? ¿Será volver a la barbarie? ¡No! ¡Es darle la espalda a la práctica de las negociaciones vacías y de los asuntos de sobornos, recurriendo a la única y gran exigencia de actuar con toda responsabilidad! ¿Conllevará eso desencadenar la ausencia de leyes? ¡No! Es profesar lúcidamente la inviolable independencia de todo pueblo. ¿Es renegar del espíritu de creación de un pueblo de tradición espiritual y hacer pedazos su herencia histórica? ¡No! Es la ruptura que marca la nueva marcha de una juventud que ha conocido un barniz de ilustración y reencuentra ahora las raíces de donde ella va a sacar su crecimiento. Aspirando al Estado, la voluntad de esta juventud va a volver a este pueblo duro para él mismo y lleno de consideraciones respecto a toda obra de buena ley.

¿De qué tipo de acontecimientos se trata entonces? El pueblo recupera la verdad de su voluntad de existir (Daseinwillens); porque “verdad” no es otra cosa que la plena manifestación (Offenbankeit) de lo que devuelve a un pueblo seguro, claro y fuerte en su acción y su saber. De una tal verdad surge la auténtica voluntad de saber. Y esta voluntad de saber (Wissenwollenn) limita a lo que puede saberse (Wissensanspruch)11. Es de ahí, finalmente, como son medidos los límites desde los que un verdadero cuestionamiento (Fragen) y una verdadera investigación (Forschen) deben establecer sus bases y hacer sus pruebas. Para nosotros, es a partir de ahí por lo que la ciencia tiene su origen (Ursprung). Está ligada y se trae de nuevo a la necesidad de una existencia nacional étnica (völkischen Daseins) responsable de sí misma. Por poco que haya pasado por esta necesidad, la ciencia es entonces la pasión pedagógica de querer saber para volver sabio. Pero sabio, para nosotros, significa: ser dueños de las cosas con toda lucidez y estar dispuestos para actuar.

Nosotros nos hemos liberado de la idolatría de un pensamiento sin suelo ni fuerzas. Nosotros vemos el final de la filosofía que se puso a su servicio12. Nosotros aquí estamos seguros de esto: la lucidez tajante, la seguridad experta de las obras de pensamiento elemental, sin ninguna complacencia respecto de la búsqueda de la esencia del ser que está a punto de regresar. El valor original en el debate con el ser, o bien crece a su contacto o bien se rompe; este valor es el motivo más intimo del cuestionamiento propio de una ciencia nacional étnica.13 Pues el valor invita a ir siempre hacia delante, rompe con lo que ha tenido curso hasta ahora, arriesga lo inhabitual y lo imprevisible. Preguntar, para nosotros, no es el juego gratuito de la curiosidad. No es tampoco la terquedad obstinada en la duda a cualquier precio. Preguntar significa para nosotros: exponerse a la sublimidad de las cosas y de sus leyes; significa para nosotros: no cerrarse al pavor del sobresalto frente a lo indomable, ni al desasosiego que nos embarga ante la oscuridad. Es para poder cuestionar así por lo que preguntamos; y no estamos al servicio de los que ya terminaron por cansarse, ni de los necesitados de necesidad apacible junto a sus respuestas confortables. Nosotros lo sabemos: el valor de caminar con nuestras preguntas al borde de los abismos de la existencia, el no ceder jamás al vértigo de los abismos de la existencia (Abgründe des Daseins), este valor ya es en sí una respuesta más importante que cualquier información aportada por sistemas conceptuales artificialmente construidos.

Y así nosotros declaramos (bekennen14), nosotros a quienes debe ser confiada en el futuro la protección de la voluntad de saber de nuestro pueblo, declaramos: la revolución del nacionalsocialismo no es simplemente la puesta en marcha por otro partido de un poder ya existente en el Estado, partido que habría crecido para este fin. Al contrario, esta revolución conduce al trastorno completo de nuestra existencia de Alemanes. En lo sucesivo cada cosa exige decisión, y cada acto responsabilidad. Nosotros estamos seguros de que la voluntad de ser responsables de sí llega a ser la ley de la coexistencia de los pueblos, y que cada pueblo podrá y cada pueblo deberá necesariamente ser capaz de enseñar a todos los demás la riqueza y la fuerza de las grandes acciones y las grandes obras del ser de los hombres.

La elección que el pueblo alemán tiene ahora que hacer, ya por el solo hecho de ser un acontecimiento -y por completo independiente del resultado- es lo que ya atestigua más fuertemente la nueva realidad alemana del Estado nacionalsocialista. Nuestra voluntad de ser nacionalistas étnicamente15 responsables de nosotros mismos, esta voluntad quiere que cada pueblo encuentre y salvaguarde la grandeza y la verdad de su destino. Esta voluntad es la suprema garantía de la paz entre los pueblos, porque ella misma se une a la ley fundamental del respeto de hombre a hombre y del honor sin condiciones. El Führer ha llevado a esta voluntad a su pleno despertar en el pueblo entero; es ella a quien él ha fundido en una sola decisión. Nadie puede abstenerse el día en que deba declararse esta voluntad.

¡Viva Hitler!16

1 GA, 16, 184.

2 “Die nationalsozialistiche Revolution bringt die Völlige Unwälzung unseres deustchen Daseins”.

3 “Nicht Lehrsätze und >>Ideen<<>

Der Führer sebst und allein ist die heutige und künftige deustcge Wirlichkeit und ihr Gesetz. Lernet immer tiefer zu wissen: Von nun an fordert jedwedes Ding Entscheidung und alles Tun Verantwortung”. Oc, 16, 188.

4 GA, 16, 188-189.

5 “Das deustche Volk ist vom Führer zur Wahlgerufen. Der Führer aber erbittet nichts vom Volk. Er gibt vielmehr dem Volk die unmittelbare Möglickkeit der höhsten freien Entschneidung: ob es -das ganze Volk- sein eigenes Dasein will oder ob es dieses nicht will. Oc, 188.

6 Esta idea será ampliamente desarrollada en otro escrito: Para entenderse en comunidad acerca del fundamento

7 GA, 16, 190-193.

8 GA, 16, 190.

9 >>Liga der Nationen<<. Oc, 191.

10 Das ist nicht Abkher von der Gemeinschaft der Völker, im Gegenteil: Unser Volk stellt sich mit diesem Schritt unter jenes Wesengsgesetz menschlichen Seins, dem jedes Volk zuvörderst Gefolgschaft leisten muB, will es noch ein Volk sein.” Oc, 191.

La ley esencial para la existencia humana -como ya puede verse en Ser y tiempo, parágrafos 72 a 77- es la misma unidad y cuidado (Sorge) de la comunidad que hace ser auténticamente singular a un pueblo. De la forma del “diálogo” entre un pueblo y otro, entre una verdadera comunidad y otra, da detenida cuenta el escrito Para entenderse en comunidad acerca del fundamento. Un posible diálogo entre Francia y Alemania. Véase más adelante, p. 50 ss. Pero lo que ahí se trasluce (y desarrolla a lo largo de todos estos escritos) es la conjunción ontológico-existencial y política entre el nacionalismo étnico (völkisch) y la “vuelta atrás” en busca de lo “autóctono”. Por lo que la “ley esencial” de la existencia de un pueblo está, para Heidegger, en el cuidado de la tierra y el cuidado de la raza. Tal y como se corresponde con la Autoafirmación de la Universidad alemana: “Y el mundo espiritual de un pueblo no es una superestructura cultural como tampoco un arsenal de conocimientos y valores <>, sino que es el poder que más profundamente conserva las fuerzas de su raza y de su tierra, y que, como tal, más íntimamente excita y más ampliamente conmueve su existencia” (GA, 16, 112; traducción de Ramón Rodríguez. Tecnos, Madrid, 1989, p. 12-13).

11 Oc, 191.

12 Wir haben uns losgesagt von der Vergöntzung eines boden- und machtlosen Denkens. Wir sehen das Ende der ihm dienstbaren Philosophie”. Oc, 192.

13 Der ursprüngliche Mut, in der Auseinandersetzung mit dem Seienende an diesem entweder zu wachsen oder zu zerbrechennen, ist der innerste Beweggrund des Fragens einer völkischen Wissenschaft. Oc, 192.

14 Se trataba de una declaración pública.

15 Unser Wille zur völkischen Selbtverantwortung will, (…). Oc, 193. Es difícil la traducción; pero no se trata simplemente de una voluntad nacional, sino de su esencia étnica o völkisch.

16 Casi un mes después, Heidegger se dirige como Rector al Decano en carta fechada el 13 de diciembre de 1933. Consta en el registro oficial con el número 12333. Esta carta está estrechamente relacionada con la conferencia de Leipzig y en este sentido: Heideger pide la ayuda económica del Decano -10000 RM-para una suscripción con la finalidad de llevar a cabo la publicación de la profesión de fe de los profesores al nacionalsocialismo; libro que recogería, como así fue, las diversas colaboraciones de los citados profesores en torno a la “manifestación de la ciencia alemana”. En esta carta-petición Heidegger se refiere al futuro documento con el término Denkschrift (GA, 16, 216). Solicita, a su vez, que el dinero sea mandado a una cuenta del Stadtbankkonto de Dresde, 69517, perteneciente a las siglas >>NSLB-Sachsen, Schriften<<, es decir, Liga de profesores nacionalsocialistas de Dresde. La carta tiene una coda interesantísima que dice así: “Es bedarf Keines besonderen Hinweises, daB Nichtarier auf dem Unterschrifftenblatt nicht erscheinen solle.” (GA, 16, 217). En la manifestación de la ciencia alemana no caben los “no arios”. Por eso creemos que la traducción “nacionalista étnico” dado a la palabra nazi völkisch es la correcta.


Martin Heidegger

Alocución a los trabajadores

Lunes 22 de enero 19341

¡Compatriotas alemanes! ¡Trabajadores alemanes!

Como Rector de la Universidad, les deseo una bienvenida cordial en esta casa de estudios. Que esta bienvenida sea, desde ahora, el principio de un trabajo en común. Comenzamos enfrentándonos a lo que tiene de inaudito el hecho de que ustedes, trabajadores del programa de emergencia de la ciudad de Friburgo, se hayan reunido con nosotros en el más grande anfiteatro de la Universidad.

¿Que significa esto?

Por amplias medidas, de un género nuevo, para crear trabajo la ciudad de Friburgo les ha permitido recobrar el trabajo y el pan. Se benefician de este modo de una situación ventajosa respecto de los desempleados de la ciudad. Pero esta ventaja conlleva, a la vez, una obligación. Su deber es concebir esta creación de trabajo, y tomar en cuenta el trabajo que se les ha dado, tal y como lo pide el Führer de nuestro nuevo Estado (wie das der Führer unseres neuen Staates verlangt). Crear trabajo, en efecto, no es solamente suprimir una situación emergente externa, no es solamente alejar una falta interna de valor, incluso de esperanza. Crear trabajo no es únicamente apartar lo que oprime -es, a la vez y propiamente hablando, ser constructivo, y levantar el nuevo futuro de nuestro pueblo.

La creación de trabajo tiene primero que otorgar a los compatriotas sin trabajo y sin ingresos la capacidad de existir2 en el seno del Estado y a la vista de él, y por eso mismo, a la vista del pueblo entero. El compatriota que encontró trabajo debe hacer la experiencia de que no está marginado, darse cuenta que tiene su lugar dentro del ordenamiento global del pueblo y entender que todo servicio, así como todo trabajo otorgado, tiene un valor que le es cada vez propio, no solamente intercambiable conmutativamente por otros trabajos o servicios. A partir de esta experiencia, no dejará, ante si mismo, de recobrar la justa dignidad y el justo equilibrio y, ante los otros compatriotas, recobrar su seguridad así como toda su determinación.

He aquí la meta: hacerse fuerte para existir enteramente como compatriota en el seno de la comunidad del pueblo alemán.

Pero para eso, es necesario:

saber qué lugar ocupa uno como miembro de este pueblo,

saber cómo este pueblo se articula y, dentro de esta articulación,

cómo se renueva,

saber lo que le pasa al pueblo alemán en este Estado del nacional-

socialismo,

saber en qué dura lucha esta nueva realidad fue conquistada y

engendrada,

saber a dónde ha conducido al ser humano la urbanización en

Alemania , y cómo él debe ser llevado de nuevo a habitar la tierra del

campo,

saber lo que implica el hecho de que 18 millones de alemanes

pertenezcan a este pueblo, pero no al Reich porque viven fuera de

sus fronteras.

Cada trabajador, en nuestro pueblo, debe saber por qué y para qué está ahí donde se mantiene. Es solamente gracias a este saber vivo y siempre presente por lo que su vida va a poder enraizarse en el todo que forma este pueblo, y dentro del destino de este pueblo. Por eso es tan importante dar este saber a los desempleados como el de darles un trabajo. Es su derecho y, también, su deber, exigir este saber así como hacer lo necesario para adquirirlo5.

Por lo tanto, he aquí que tenemos jóvenes camaradas de la Universidad que se muestran preparados para procurarles este saber. Heles aquí resueltos a proporcionarles ayuda, a fin de que este saber, en ustedes, se avive, se despliegue, se afirme -para ya no torcerse jamás. Están preparados no en tanto “habiendo hecho estudios” y viniendo de la clase de la “gente bien” –sino en tanto compatriotas que han tomado conciencia de su deber.

Están preparados no como “gente culta” frente a un estrato, llamémosle, inclusive, un “estrato inferior” de personas incultas -sino como camaradas. Están preparados para escuchar sus preguntas, sus necesidades, sus dificultades y sus dudas, para examinarlos junto con ustedes y, en un trabajo en común, a llevarlas a clarificarse, esclarecerse y concretarse en una solución. ¿Qué significa, entonces, el hecho de que ustedes estén aquí reunidos con nosotros en este anfiteatro de la Universidad?

Este hecho viene a ser la señal de que una voluntad nueva, una voluntad común esta ahí, esta voluntad es la de crear un puente viviente entre el trabajador manual y el trabajador intelectual. La voluntad de tender hoy día este puente ya no es una intención condenada al fracaso. ¿Por qué? Porque, gracias al Estado del nacionalsocialismo, nuestra realidad alemana se ha convertido en otra: por lo que, y en consecuencia, todas las representaciones y todos los pensamientos que han sido concebidos hasta hoy también deben ser diferentes.

Lo que atribuíamos hasta hoy a las palabras “saber” y “ciencia” tienen otro significado.

Lo que pensábamos con las palabras “trabajador” y “trabajo” toman otro significado.

Ciencia” no es lo que distrae a una clase privilegiada, la de los burgueses, los cuales, inclusive, abusarían de esta posesión para utilizarla como medio de lucha para la explotación del pueblo trabajador. Al contrario, la ciencia no es otra cosa que el modo más riguroso, más responsable, de este saber que el pueblo alemán entero debe exigir y encontrar para existir en sentido propio en la historia y como Estado, si es que este pueblo quiere todavía salvaguardar su duración y su grandeza y, en el futuro, defenderlas. El saber de una ciencia de buena ley no se distingue en absoluto en su esencia del saber de los campesinos, del leñador, del albañil, del minero, del obrero. Porque saber significa: no estar perdido en el mundo en el que nos encontramos todos, tan bien en común como cada uno individualmente.

Saber, significa: en el momento crítico de la decisión y en la manera de proceder, estar a la altura de la tarea que a cada uno nos es consignada. Verdadera tarea que puede ser tanto arar un campo, derribar un árbol, cavar una zanja, interrogar a la naturaleza en cuanto a sus leyes como hacer resurgir la historia en su poder como destino.

Saber significa: ser amos de la situación en la que estamos situados.

Lo que es decisivo respecto al saber no es tanto la variedad y la cantidad de lo que sabemos, sino exclusivamente esto: ¿está el saber a la altura y ha sido sacado del origen? ¿Está orientado por nuestra esfera de existencia? Y nosotros mismos, en lo que hacemos y en nuestro comportamiento, ¿nos hacemos custodios de lo que sabemos? Nosotros no hacemos la diferencia entre “gente culta” y “gente inculta”. Y esto se debe no a que nosotros ya no hagamos diferencias, sino a que nuestra apreciación ya no se basa en esta diferencia. La diferencia, al contrario, la hacemos entre saber de buena ley y apariencia de saber. El campesino y el obrero, cada uno a su manera y en su dominio, poseen un saber de buena ley, así como el sabio en su propio campo. Y, por otro lado, el sabio, a pesar de toda su erudición, puede moverse sólo en una apariencia de saber.

Si se trata para ustedes de llegar a ser aquí personas que saben, esto no significa que se les va a servir restos y migajas de una vaga “cultura general”, una limosna, en cierto sentido, a título de reparación. En vosotros debe, más bien, despertarse el saber en virtud del cual podéis ser, cada uno en su categoría social y en su esfera de trabajo, clara y resolutivamente hombres alemanes.

Saber y posesión del saber, en el sentido en que el nacionalsocialismo entiende estas palabras, no separa en clases, sino que une a los compatriotas y funde las categorías sociales en la gran voluntad única del Estado.

De la misma manera que las palabras “saber” y “ciencia”, las palabras “trabajador” y “trabajo” han visto transformado su significado y suenan a nuevo. El “trabajador” no es, como lo requería el marxismo, el puro y simple objeto de la explotación. La categoría de los trabajadores no forma la clase de desheredados, quienes se comprometen en una lucha de clases generalizada. Ahora bien, el trabajo no es tampoco únicamente la producción de bienes intercambiables con otro. El trabajo no es solamente la ocasión y el medio de ganar un salario..

Lejos de ahí:

Trabajo” es, para nosotros, el nombre que se da a toda manera silenciosa de hacer y de emprender que comporta una regla y donde se encuentra comprometida la responsabilidad del individuo, del grupo y del Estado -de tal modo que está al servicio del pueblo.

Trabajo no hay más que aquí -pero hay trabajo en todas partes- en donde la libre fuerza de decisión y el libre aguante del hombre se ponen en juego para que unas voluntades acaben imponiéndose y una tarea se cumpla. He ahí por qué todo trabajo, en tanto que trabajo, es bueno; algo que revela el pensamiento porque [el trabajo] descansa sobre el libre reino de un conocimiento que sabe de qué se trata, y sobre un entendimiento en buena y debida regla de lo que la tarea, fundado sobre un verdadero saber, requiere. El trabajo proporcionado por un peón no revela, en el fondo, menos inspiración que la que necesita un sabio.

Trabajador y trabajo, en el sentido que el nacional-socialismo entiende estas dos palabras, no separa en clases; al contrario, une y relaciona a los compatriotas y las categorías sociales dentro de la única gran voluntad del Estado.

Los trabajadores” y “los que conocen de manera sabia” no son polos antagónicos. Cada trabajador es, a su manera, alguien que sabe. Y es, solamente, en tanto que sabe por lo que él está en estado de trabajar. El animal no conoce la prerrogativa de trabajar; al contrario: todo ser emprende algo a sabiendas, todo ser que toma decisiones en función de una ciencia es un trabajador.

Es por eso que, en vosotros como en nosotros, la voluntad de tender un puente viviente ya no puede quedarse en un deseo vacío y sin perspectivas de realización. Esta voluntad de perfeccionar la creación de trabajo por una equitativa creación de saber, esta voluntad debe ser para nosotros una certidumbre del todo íntima y una fe que nada en lo absoluto debilite. Porque en lo que esta voluntad quiere, no hacemos más que obedecer a la voluntad eminente de nuestros Guías (Führers). Formar parte de los que le consagran obediencia, ¿acaso no significa: querer inquebrantablemente y en cada instante que el pueblo alemán, como pueblo del trabajo, vuelva a encontrar su unidad concreta, su simple dignidad, su fuerza original, y que como Estado del trabajo se asegure su duración y su grandeza?

Para el hombre de esta voluntad extraordinaria, para nuestro Führer Adolf Hitler, un triple <<Sieg-Heil!>>.

1 GA, 16, 232-237.

2 daseinsfähig; oc, 232.


VER:

HEIDEGGER; ESCRITOS POLÍTICOS

EL DESPRECIO DE LAS MASAS, DE PETER SLOTERDIJK

LA POLÍTICA COMO ARTE; ‘BELLEZA’ CONVULSIVA Y PROYECTO NACIONALSOCIALISTA

http://revista.escaner.cl/files/adolfo%20vasquez%20rocca%2015%20agosto%208%2008.JPG

Dr. Adolfo Vásquez Rocca


Doctor en Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Postgrado Universidad Complutense de Madrid, Departamento de Filosofía IV. Profesor de Postgrado del Instituto de Filosofía de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso; Profesor de Antropología y Estética en el Departamento de Artes y Humanidades de la Universidad Andrés Bello UNAB. – En octubre de 2006 y 2007 es invitado por la 'Fundación Hombre y Mundo' y la UNAM a dictar un Ciclo de Conferencias en México. – Miembro del Consejo Editorial Internacional de la 'Fundación Ética Mundial' de México. Director del Consejo Consultivo Internacional de Konvergencias, Revista de Filosofía y Culturas en Diálogo, Argentina. Miembro del Conselho Editorial da Humanidades em Revista, Universidade Regional do Noroeste do Estado do Rio Grande do Sul, Brasil. Director de Revista Observaciones Filosóficas. Profesor visitante en la Maestría en Filosofía de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla y Profesor Asociado al Grupo Theoria –Proyecto europeo de Investigaciones de Postgrado– UCM. Académico Investigador de la Vicerrectoría de Investigación y Postgrado, Universidad Andrés Bello. Artista conceptual. Ha publicado recientemente el Libro: Peter Sloterdijk; Esferas, helada cósmica y políticas de climatización, Colección Novatores, Nº 28, Editorial de la Institución Alfons el Magnànim (IAM), Valencia, España, 2008.


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Dr. Adolfo Vásquez Rocca _ Doctor en Filosofía y Teoría del Arte UCM